Domingo 5 de agosto de 2001 | ||
MAS INFORMACION |
Gemir por el paraíso perdido |
|
Todavía se discute cuál es el verdadero significado de la palabra Rosebud, la última que pronunció Charles Foster Kane. |
||
El enigma nunca fue tal. Pillos del cine unido, catedráticos del séptimo arte, fanáticos de la cámara lenta, público en general, allegados a la oscuridad y, por fin, personajes de la ficción cinematográfica que viven en el celuloide, en 60 años no han dejado de hacerse las mismas preguntas: ¿qué significa Rosebud? A pesar de que la última imagen del "Ciudadano Kane" parece revelar el enigma que los propios biógrafos tratan de descifrar hasta último momento, y con este pretexto revisan la biografía del empresario periodístico, nadie quiere conformarse con la dulce idea de que Rosebud era el nombre de un trineo: el símbolo de la infancia perdida. Los historiadores han hallado una respuesta más dulce aún. Rosebud sería un chiste privado, uno de tantos que tiene el filme de parte del socio de Welles y autor del guión Herman J. Mankiewicz para William Randolph Hearts, que denominaba así a la vagina de su amante, la actriz Marion Davis. La otra pregunta gira en torno del mismo concepto, y es una travesura que mantiene vigor entre los que aman y odian a Orson Welles: si Charles Foster Kane estaba solo en el momento de morir. ¿Quién escuchó el susurro que desvelaría el sueño de millones de personas a través de las generaciones? ¿Quién escuchó cuando dijo Rosebud? Si sólo nos dejamos guiar por las imágenes, debemos suponer que nadie en particular. Tal vez la enfermera, cuando acude al quiebre de la cápsula de cristal que simula el invierno. Aquí estamos frente a otro de los juegos de Welles y de sus socios, todos hombres venidos del ambiente teatral y de la radio. El susurro del millonario es prácticamente un grito. El aullido final del dragón antes de morir. Según recuerda Robert Carringer en su libro "Cómo se hizo el Ciudadano Kane", este sonido -"quizás el más famoso sonido de la historia del cine"- de extremada resonancia fue generado en la mesa de mezclas combinando dos grabaciones distintas de la voz de Welles con diferente grado de reverberación. El "Ciudadano Kane" se define por sus laberintos. Por los endiablados recorridos que esconden puertas secretas y en donde lo que se dice y lo que se insinúa tiene segundas y terceras intenciones. La historia planteada en el guión de Mankiewicz ni siquiera es demasiado original. En esa misma época ya se habían filmado películas con el mismo motivo: ascenso y ocaso de un poderoso. El guión de "El Ciudadano Kane" tiene mucho de folletinesco. No es la profundidad su característica más fuerte, sino su estética, tal cual explica Pauline Kael en su libro "Ciudadano Kane". Pero las construcciones artísticas exquisitamente pop son también patrimonio de la ópera -género que Welles amaba-, las obras de William Shakespeare y las películas de Pedro Almodóvar. En la obra de Welles la exageración actúa como recurso, en una suerte de parodia-homenaje al cine mudo. A veces los propios gestos de Charles son ampulosos, operísticos, como un personaje al encuentro de una voz perdida pero que -oh, Dios- de pronto la encuentra y ¡pega un ladrido patético pero maravilloso! Allí está la expresión, impensable en otra época, consagrada en un trueno. El drama en "El Ciudadano Kane" tiene multitud de colores. Su solemnidad se ríe de la solemnidad como estilo de vida. Y aunque el magnate que en gran medida la inspiró se sintió agredido, no lo fue tanto porque revelaba hechos que sí ocurrieron, sino porque dejaba al desnudo los sentimientos egoístas y melómanos que subyacían en su discurso de hombre de poder. Se sabe además que el poder tiene muchas caras. Así que mientras Welles parodiaba al empresario periodístico, también bosquejaba, acaso sin quererlo, su propio rostro. La escena de furia en la que Kane destruye una habitación no es de Hearst sino del propio Welles. Lo cómico del asunto es que después de hacerla Welles salió exaltado del set, con las manos ensangrentadas y a punto de desmayarse, gritando: "¡Verdaderamente lo sentí!". Cómo no iba a sentirlo, estaba interpretando a Orson Welles. La combinación de los elementos que se dan curso en Kane responde a las dos mentes geniales que la crearon. A sus propias historias. A sus propias personalidades. Mankiewicz actuó como un periodista al apuntar la vida de Hearst mientras mantuvo una relación amistosa con él (con amigos así, quién necesita enemigos). Vida que luego Welles adornó con glamour, opulencia y altas dosis de patetismo a través de la imagen y el sonido. Pero para Mankiewicz aquello era parte de la rutina. El guionista en realidad jamás puso un dedo en la máquina de escribir; dictó la historia a otros anónimos seres que hoy reclaman el aplauso desde olvidados infiernos. Pauline Kael en su libro "Ciudadano Kane" recuerda a qué raza de periodistas pertenecía Mankiewicz, ésa que reinó a partir de mediados del "20 en Hollywood: "Todos estaban interesados en el teatro y en el cine y se trataba de escritores rápidos, con chispa, acostumbrados a asumir su oficio no como artesanos de una prosa imperecedera, sino como productores de historias hechas a la medida para el mercado, y acostumbrados también a esa simulación frecuente entre periodistas que consiste en hacer parecer que tienen en poca estima su trabajo, aquella actitud de "miren, me tienen sin cuidado". Así las cosas, estaban muy bien preparados para convertirse en los guionistas y escritores de gags del cine sonoro." Dos generaciones se encontraban. Welles, un niño genio del que ya todo Hollywood comenzaba a burlarse porque había abortado dos proyectos antes de concretar "El Ciudadano Kane"; y Mankiewicz, un maestro borracho que dictaba desde su cama. Hombres destinados a generar y dilapidar fortunas. El filme fue en parte un juego de los chicos malos del barrio. "El Ciudadano Kane" costó 686.000 dólares, una inversión jamás recuperada por el estudio RKO. Por supuesto que mucho contribuyó Hearts a que la primera obra cinematográfica de Welles se transformara en un fracaso comercial. El sobre todo no quería verse repetido millones de veces en un éxito de taquilla. Paradójicamente, su tremendo esfuerzo fue en vano y no hace más que confirmar la verdad declarada en los subterráneos del guión. "El Ciudadano Kane" albergas escenas, secuencias y pasajes que son obras maestras dentro de la obra maestra. La energía de este arte apenas si vio retrasado su reconocimiento masivo por las burdas zancadillas de Hearts. Su estilo -donde el gusto pop coloniza el preciosismo y la complejidad de lo clásico- es perfecto. El filme exhibe consignas típicas de la novela romántica popular como: "Tú quieres el amor, pero a tu manera", o la increíble frase: "Si no hubiese sido tan rico, habría llegado a ser un gran hombre". A la cual sus socios responden otra vez con el rostro lleno de solemnidad. De los muchos momentos geniales que conforman el "Ciudadano Kane", hay uno que lo contiene todo: la parodia, el hambre de gloria, el periodismo, la empresa y el cine como expresión suprema. Se trata de la secuencia de la fiesta en el Inquirer. El sonido y su multitud de planos -música, diálogos, risas- fueron grabados en directo. Welles construye aquí su mito. Kane baila entre las conejitas, mientras sus socios y amigos tratan de descifrar el futuro. Las chicas rodean al gran hombre que luce como un rey extasiado. El mundo es suyo, el poder y la suerte le sonríen. Esta secuencia es imprescindible para entender la espantosa soledad que lo aprieta en su lecho de muerte, mientras gime por el paraíso perdido. Claudio Andrade |
||
® Copyright Río Negro Online - All rights reserved
|
||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación |
||
|