Domingo 29 de julio de 2001 | ||
Qué pasaba cuando aún no existían las represas |
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Las inundaciones devastadoras ocurrían hasta dos veces al año.El dique Ballester introdujo una precaria forma de atenuación.Registros demuestran que la actual situación es "extraordinaria". |
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Un antes y un después. Eso fue lo que marcó, en la década del 70, la entrada en funcionamiento de las represas de El Chocón y Cerros Colorados sobre las periódicas inundaciones provocadas por los ríos Limay, Neuquén y Negro. Ese sustancial logro para la economía y la seguridad de bienes y vidas de los pobladores situados represas abajo no parece tan evidente ante los ojos de quienes padecen por estos días una creciente que ya se ha ganado oficialmente la calificación de "histórica". Pero la perspectiva real de los hechos suele darla, precisamente, la historia: el transcurrir de los años y la ponderación mesurada de sus efectos a largo plazo. Basta un dato para dar una idea de cuál sería la situación si no estuviese el sistema regulador de los embalses. Hoy, el caudal del río Negro es de 2.420 metros cúbicos por segundo, resultado de las erogaciones de 1.800 m3 del Limay, por Arroyito, y de 620/40 el Neuquén, desde El Chañar. De no mediar la contención de los diques ubicados sobre ambos cursos, el Alto Valle hubiese soportado la invasión repentina de 6.000 metros cúbicos por segundo aproximadamente, es decir una vez y media más del volumen que hoy avanza sobre los territorios y localidades ribereñas. Y esa inmensa masa de agua corriendo toda junta sobre la región, ¿qué consecuencias hubiese provocado? Probablemente las mismas que refieren los historiadores sobre la catastrófica inundación de 1899, que borró del mapa al pueblo de Roca, destruyó las vías del flamante ferrocarril y tapó de agua a Viedma, llegando inclusive a afectar seriamente a Patagones, ciudad ubicada en una cota bastante más alta que la capital rionegrina. Según algunos, el río corría "de barda a barda" Diarios del siglo pasado dan cuenta de periódicas y frecuentes inundaciones con efectos un tanto menos devastadores. Hay noticias publicadas al respecto de 1937, 1939, 1941 y 1945. (Ver crónicas) También "Río Negro" ha podido recoger de distintas fuentes, basadas sobre todo en la memoria de vecinos y chacareros, que cuentan fenómenos similares acaecidos en 1912, 1915, 1932. Para la década del 40, la sociedad –autoridades, productores y pobladores– era ya consciente de la necesidad de una solución integral al problema de las inundaciones recurrentes. Prueba de ello es una nota de "Río Negro", del 19 de julio de 1945 (Pág. 2) donde transcribe un comentario de "La Prensa" que dice, entre otras cosas, que Roca muestra en casi todas sus casas los efectos de la última crecida, que en ciertos momentos llegó a alarmar a todo el país. Se refiere también al problema de las aguas subterráneas y las napas altas. Por esas y otras consideraciones –señala el artículo– "creemos que ha llegado el momento de emprender el estudio de los problemas del río Negro con el criterio y el espíritu de seriedad científico que exige su magnitud". Ya en marzo de 1944, "Río Negro" daba cuenta de un vía libre por parte de la Nación para la realización de estudios hidrológicos en la cuenca superior del Limay. En décadas posteriores, las crónicas periodísticas se hacían eco de los perjuicios ocasionados por las crecidas en 1952, 1958, 1965 y 1969. En este último año, precisamente, el 13 de junio, una nota editorial de "Río Negro" titulada "La crecida de los ríos" hacía una reseña de la situación en la región y del beneficio de la apertura del canal partidor que desde el dique Neuquén (Ingeniero Ballester), desviaba parte del caudal hacia el lago Pellegrini aliviando algo el estado de cosas, ya que "asegura una evacuación del orden de los 1.000 metros cúbicos por segundo". Pero lo más interesante es el penúltimo y último párrafo, donde se dice: ... "todas estas reflexiones, determinadas por un fenómeno que es casi normal en esta época, aunque ahora parece de mayor relevancia por el contraste que ofrece con la extraordinaria bajante que se mantuvo hasta hace muy poco en todo el país, nos llevan también a una conclusión obligada: los beneficios que en este aspecto se derivarán de las obras de El Chocón y Cerros Colorados, terminando con los peligros y perjuicios ocasionados tanto por los excesos de una crecida como de una bajante. La regulación definitiva de los cauces del Limay y del Neuquén, constituirá uno de los aprovechamientos más positivos de estas obras, en beneficio de la seguridad de los pobladores del valle. Permitirá, asimismo, que en casos de estiajes muy pronunciados, como los de la temporada reciente, los caudales represados aseguren el mantenimiento normal del servicio de riego". "El Chocón y Cerros Colorados, pues, no solamente producirán caudales extraordinarios de energía, y posibilitarán la multiplicación de las áreas susceptibles de riego, sino que además se convertirán en una garantía para la seguridad de toda la población del valle, y muy especialmente para los habitantes de las costas y los agricultores". En las publicaciones periodísticas antes aludidas, las apreciaciones sobre la magnitud de las crecidas en los tres ríos estaba dada sobre todo por sus consecuencias en las tierras en producción –chacras– y en los núcleos poblados, a través de la observación directa y los testimonios de sus protagonistas. Algunas mediciones fidedignas y sistemáticas son proporcionadas, según el director de la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas, Horacio Collado, a partir de 1944/45, años en que se comenzaron a realizar los aforos (cálculo de la cantidad de litros de agua que trae cada curso) sobre los cauces de los tres ríos, a cargo de Agua y Energía de la Nación. En base a esa información, el gráfico (ver aparte) da una idea exacta, al menos a partir del año 1945, de cuáles fueron los volúmenes de agua que escurrieron por los ríos Neuquén, Limay y Negro. Allí se ve con claridad que el bimestre junio/julio del presente año marca un récord histórico absoluto para el Neuquén. El Limay, en cambio se halla por debajo de su récord del año 1951 y el Negro prácticamente iguala su marca de ese mismo año, con poco más de 14.000 hectómetros cúbicos. Téngase en cuenta que desde 1972 opera El Chocón (río Limay) y seis años más tarde lo hace Cerros Colorados (río Neuquén), con lo cual las crecidas a partir de esos años son contenidas por los embalses y sus compensadores, erigidos algo más tarde (Arroyito y El Chañar respectivamente) que luego erogan paulatinamente los excesos acumulados, atenuando considerablemente sus efectos destructores. Esto es así, aun cuando por estos días esa acción reguladora no parezca tan evidente o no alcance para preservar de serios daños a pobladores ribereños ni a productores. La magnitud de las precipitaciones registradas en lo que va del año en las altas cuencas –imposibles de anticipar con exactitud con una antelación mayor a cinco días (pronósticos sinópticos)– es la variable que se "disparó" por encima de cualquier previsión configurando técnicamente una "crecida extraordinaria" y haciendo poner en tela de juicio toda la política de manejo de las erogaciones desde los embalses. foto: La foto es en sí misma un documento histórico. Vista del viejo pueblo de Roca destruido, luego que se retiró el agua, en 1899. Mónica Jofré |
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