Domingo 24 de junio de 2001
 

Cada vez hay más abuelos que son "papás" de sus nietos

 

Aun en plena pobreza, encaran la crianza de los hijos de sus hijos. El fenómeno abarca al 26% de los que se ubican en la "tercera edad". En la región aumentan los casos que profundizan esta tendencia.

  Verlos y escucharlos estrujan el corazón. Enternecen. Conmueven. Porque pese a la vejez y la pobreza acuciante no le esquivan el bulto. Justo cuando están en una edad en que se supone que podrían bajarle los decibeles a la lucha diaria y relajarse al menos un poco, tienen que cambiar pañales; preparar mamaderas; ir a la guardería,a la escuela; hacer los deberes; ver al pediatra del hospital; inventar con muy poco algo en la cocina y que al mismo tiempo alimente... Es un volver a empezar. No son abuelos solo para leer un cuento a la hora de dormir, son además "los papás" de sus nietos.
Producto de la actual depresión económica, claro está, y de las modificaciones consecuentes en la organización y composición familiar, hay una tendencia cada vez más clara en el país que bien se refleja en la región: un 26% de los abuelos de la Argentina se encarga de la crianza de sus nietos, según los datos que adelantó la Secretaría de la Tercera Edad de Nación a "Río Negro".
• Las escuelas fueron las primeras en acusar recibo de este fenómeno. Los centros de jubilados también. "Tratamos con muchísimos abuelos los problemas en el aula con los alumnos", reconoció una docente de la Escuela 133 de Roca.
• El boom numérico de madres adolescentes, solas, acrecentó esta tendencia.
• No es que los padres desaparecen totalmente de la crianza en la mayor parte de lo casos, sino que los abuelos toman ahora una participación más directa y decisiva.
• La violencia que sacude a una buena parte de los hogares provoca tal revuelo que muchos chicos van a parar a instituciones o "familias alternativas". Pero cuando hay un abuelo, el Estado siempre privilegia a la familia biológica para la crianza.
Como siempre, las buenas historias son las que mejores ilustran los fenómenos sociales.
Veamos.

Una ventaja de Raquel es que no debe asomarse a la ventana de su casa durante horas para ver si su nieto pasa a visitarla el fin de semana. Otra, es que las compras que hace en el mercado del barrio para cocinarle no son en vano: tiene la certeza de que Alejandro, su nieto, no estará ausente en la mesa y comerá hasta el último bocado de comida que ella cocine. Por último, los elogios que recibe de su nieto no son efímeros y no resaltan únicamente sus habilidades como cocinera.
Nacida en la provincia de Buenos Aires, vivió su infancia en Lanús y recorrió las principales ciudades del país debido a la profesión de su padre, quien era mozo. Cuando tenía quince años conoció a Lucio, con quien se casó y juntos decidieron venir a Neuquén en 1964.
Desde hace seis años ha abandonado el oficio de ama de casa, algo que nunca imaginó que ocurriría y, ley 2128 mediante, ha comenzado a trabajar. Primero lo hizo limpiando las plazas de esta ciudad, luego las instalaciones del club Pacífico y actualmente como colaboradora en una Unidad de Acción Familiar (U. A. F), ubicada en uno de los barrios más antiguos de Neuquén. Los motivos por los cuales tuvo que comenzar a trabajar son dos: El primero es que Lucio, su esposo, comenzó a tener problemas en la vista, lo cual le impidió continuar trabajando como albañil; el segundo es que ante el maltrato del que eran víctimas sus nietos, en el ámbito familiar, se vio en la obligación de hacerse cargo de la crianza de uno de ellos..

"Maleducamos, pero..."

De estatura baja, robusta, con 55 años y madre de seis hijos, asegura que una consecuencia de que su nieto sea criado por ella es la sobreprotección con la que él crece. Sobreprotección que conduce a muchas veces a hacer caso a sus caprichos. "Dicen que los abuelos maleducan a sus nietos", asegura. El hecho de que Alejandro no quiera ir a la escuela y que en más de una oportunidad intente regresar junto a su madre y sus hermanos son algunos de los inconvenientes que debe enfrentar cotidianamente. "Deban pasar mil cosas por su cabecita y hay que entenderlo", dice Raquel con una mueca dibujada en su rostro que implora comprensión.
"Todo el tiempo tengo la sensación de que lo que quiere el nene es que volvamos a vivir todos juntos, su madre, sus hermanos y sus abuelos. Como lo hacíamos cuando mi hija se separó por primera vez. Pero bueno, se volvió a juntar con otro muchacho y las cosas se dieron así", asegura.
El único ingreso económico que tiene la mamá de Alejandro es de 150 pesos mensuales, de un plan trabajar. Hace poco tiempo le otorgaron un terreno en el barrio Toma Norte, donde está viviendo junto a su pareja y sus otros dos hijos. "Que al menos uno de mis hijos esté fuera de esto", fue el razonamiento que la impulsó a llevar a Alejandro a la casa de su abuela. Si bien su abuela y su madre evitan hablar de los problemas familiares ante la presencia de Alejandro, éste es consciente de lo que ocurre ya que sus hermanos cuando lo ven, le comentan las situaciones por las que deben atravesar cotidianamente.
Los días de Raquel junto a su nieto comienzan temprano: a las siete de la mañana lo levanta y lo prepara para llevarlo a la escuela. Luego se va a trabajar y al mediodía regresa a buscarlo para ir a almorzar. Desde las dos de la tarde hasta las cuatro vuelve a su trabajo, para luego irse, junto a su esposo y su nieto, a la quinta que armaron a orillas del río Neuquén, donde Alejandro ayuda a sus abuelos a criar los conejos y gallinas que allí tienen. Ese es el pasatiempo que tiene "en el verano: la pasa bárbaro, porque este año le compremos una pileta", dice Raquel. "Es un chico incansable, juega todo el tiempo".

"Apenas podemos con uno"

"Hace poco intenté anotarlo en el club de fútbol del barrio, pero cuando me dijeron que la cuota era de quince pesos... tuve que dejar esa idea de lado", asegura sin disimular su resignación. "Cobro 150 pesos y mi esposo una pensión de 97 pesos; es mucho dinero quince pesos para nosotros. Es preferible comprarle un par de zapatillas, ropa o alguna otra cosa que necesite". Si bien vende cosméticos por catálogo, hace empanadas y teje para poder tener un ingreso extra, asegura que el dinero "nunca alcanza".
"Muy compañero y por momentos muy celoso": así define a su nieto. "Tanto a mi marido como a mí nos hace bien que esté con nosotros, nos mantiene activos y es una buena compañía porque mi hija menor no pasa mucho tiempo en la casa". Respecto a los celos, estos aparecen "cuando vienen a visitarnos los demás nietos que tenemos. No le gusta que se metan en su pieza, que le toquen sus juguetes. Es muy celoso".
Por lo general la mamá de Alejandro pasa a visitarlo los fines de semana, o bien su abuela lo lleva a la casa de ella. "Necesita a su madre", dice Raquel. "Está teniendo muchos problemas en la escuela, al igual que sus hermanitos. Tiene diez años y está en segundo grado. Su hermano mayor, de doce, está en tercer grado y su hermanita, de ocho años no ha podido pasar de primer grado". "Con mucha paciencia y cariño, junto a mi marido, intentamos hacerle entender que tiene que estudiar para que pueda ayudar a su madre y sus hermanos, pero no es una tarea sencilla", admite.
Actualmente Alejandro se encuentra bajo tratamiento psicológico, con el objetivo de que pueda pasar las vacaciones de invierno junto a su madre y sus hermanos, y poco a poco ir reinsertándose en el ámbito familiar.
"A mí gustaría poder tener a mis tres nietos viviendo conmigo y mi marido, pero son tres bocas para alimentar y tres personas para vestir y mandar a la escuela. Apenas podemos con uno... con los tres sería imposible".

Horacio Lara
Sebastián Lafón

   
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