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"¡Yo sí que soy buena para criar nietos! Tan buena, mire, que ahora estoy criando bisnietos". Esta seguridad la ostenta Sebastiana Cayumán, de 78 años, de Roca.
Por "esas desgracias de la vida" siempre le tocó parar la olla. Llegó a tener jornadas laborales desde las 3 de la mañana hasta que la noche terminaba en una chacra de Stefenelli. Sin pausa: ocurre que estaban Ricardo ("lo tuve desde los 4 días hasta los 12 años"), Carlitos y Pedro. Y hoy con algunos bisnietos. Como el 89% de los viejos de la Argentina, no recibe ayuda alguna de sus familiares. Se las arregla con la jubilación de $240 por mes, de los cuales 120 van a parar para el alquiler de una modesta pieza, más los impuestos. "La verdad que quedo planchada los primeros días del mes, nomás. Lo que matan son los chiquitos: hay que darles de comer...pero bueno...hay que ayudar a criar, ¿no?".
Hay algo que lamenta de todo esto: "muchas veces, una vez que se casan, se olvidan de una". Pero se resigna, mirando un gran reloj con la figura de Cristo que le marca el tiempo desde una pared con reboque grueso: "así es la vida". "Para mí, no hay otra".
Cómo cambia la familia a la luz de la profunda crisis social
El vínculo entre padres e hijos está atravesado actualmente por dos fenómenos contradictorios y reales, donde se combinan casos de mayor ausencia de las figuras paternas con otros donde circula un sentimiento de amor y acercamiento, impensables en décadas pasadas.
Por un lado la crisis social y de la familia, el descreimiento generalizado y la caída de los ideales, provoca un debilitamiento de la función paterna y convierte al padre en una figura cada vez más ausente en el hogar, como uno de los rasgos principales de la época.
Por otro, comenzó a darse un cambio significativo en las nuevas generaciones de padres, quienes tienen una mayor presencia, y con características diferentes, más allá de ese rol tradicional que la modernidad le adjudicó al padre como "proveedor" y "protector" de la familia, valores trastocados hoy.
Y esa forma de estar diferente tiene relación con un mayor acercamiento, preocupación, valoración y más amor hacia los hijos, independientemente de que convivan o no con ellos, dado el incremento de los divorcios, separaciones, conformación de nuevas parejas, e hijos que viven con un solo progenitor, generalmente la madre y su nueva pareja, o directamente con sus abuelos.
Así es como se presentan las dos tendencias actuales, en un tiempo en que además "asistimos a un cambio de la historia de la humanidad en que los valores del patriarcado -un sistema que atravesó todas las culturas y todos los momentos- comenzaron a conmoverse de un modo tan acelerado que no tiene precedentes", precisó el psicoanalista Juan Carlos Volnovich.
"Esto también influye porque al modificarse la correlación de fuerzas entre varones y mujeres, el poder del padre empieza a debilitarse", añadió.
Estas tendencias se dan en distintas clases sociales, aunque con una mayor complejidad en los sectores menos beneficiados; sin embargo, la trama no es lineal y se entrecruzan situaciones generales y singulares muy diversas.No obstante, las difíciles condiciones materiales y los obstáculos para sostener económicamente el hogar, lleva en muchos casos a que la mujer ocupe el rol de "proveedora" y el hombre termine desentendiéndose y distanciándose de los hijos.
En ese sentido, Volnovich hizo hincapié en que "nunca como en la actualidad estuvo tan ausente la figura paterna".
"Antes los padres trabajaban, estaban bastante tiempo fuera del hogar, pero a determinada hora llegaban a la casa, ahora los que tienen trabajo, para poder mantenerse en un mercado laboral tan salvaje tienen que entregar toda su energía para sostener esa inclusión y no les queda casi nada disponible para los hijos", dijo el especialista.
"Y aquellos -continuó- que no tienen trabajo raramente se encargan de los hijos porque quedan muy deprimidos, muy frustrados. Algunos padres, cuando se quedan sin trabajo, se encargan de tareas tradicionalmente femeninas; pero la mayor parte, junto con el trabajo, pierde la familia".
Padres que no pueden proyectar un camino para sus hijos, padres que de alguna manera perdieron su función porque el divorcio o la separación no fue bien resuelta, y se terminó cortando o dificultando el vínculo, voluntaria o involuntariamente.
Aquellos ideales de progreso, de estudio y trabajo, de hacer cosas con sentido, una marcación tan tradicional en los padres, hoy son "ideales que se han caído, porque ese padre es un posible desocupado, o no tiene empleo o no le alcanza para vivir", dijo por su parte la psicóloga Mirta Burone, docente de la Universidad Del Salvador.
"Esto los hijos lo viven con una sensación de apatía, de desprotección, por no estar amparados por esa figura que marca un camino", añadió la psicóloga y destacó que en la medida en que el hombre no puede sostener ese lugar, "la figura del padre cae".
"Por lo general está en juego -continuó- la cuestión del futuro, la proyección, los ideales. Por eso, la crisis de los ideales, individuales y sociales, provocan una caída de su función frente a éste que va a ser el heredero".
¿Heredero de qué? ¿Qué le dejo a mi hijo? ¿Qué mundo va a tener? Preguntas que hacen un corte importante en este momento porque en realidad no hay respuesta.
Marta Gordillo |