Domingo 24 de junio de 2001 | ||
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No le queda otra, pero no se queja |
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Myriam Muñoz tiene 48 años, tres hijos, cinco nietos, divorciada, "con 28 años de estarle dando fuerte al laburo en la Argentina". Ahora vive con una hija y tres nietas, en una casa prestada, en Roca. "Vengo remando hace rato", reconoce con una vitalidad avasalladora. "No queda otra", acota enseguida. Pasa que "estas chiquitas son más grandes que mis hijos. Me cuesta ser el sostén de este hogar, pero no me duele. Es sacrificio, pero no protesto ni me jode". Acá, aclara por si quedaran dudas, tiene que entrar todos los días alguna moneda, porque hay que darles de comer, la leche, tienen que ir a la escuela. "Mi hija está sola. El padre de las dos nenas más grandes desapareció; y el de la bebé que nació hace unos días se las tomó... Es decir, los dos se borraron... Y las nenas no pueden esperar a la Justicia porque tienen que vivir ahora, y aquí. Entonces, me arremango y salgo a pelearla". En el plan de esta "economía solidaria", Myriam se desvela con un único sueño: acceder a una casa económica, "de plan, para que mis nietas tengan un lugar seguro y permanente donde crecer. Quiero pagarla, no que me la regalen". El hogar como un espacio obligaciones De los 4.000.000 de personas mayores de 60 años que viven en la Argentina (representan el 13,3% del total de la población del país), unos 200 mil viven en la Patagonia (un 3,9%). |
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