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Desplazarse
en el aire sintiendo la contundencia del viento
contra la cara mientras se pone la mirada más
allá de uno mismo en el horizonte abierto
en silencio. De eso se trata el vuelo en parapente.
En este espacio individual es uno en diálogo
con el viento. El desafío es permanecer en
lo alto. Colgado del ala hay que reconocer como
se comporta el aire en derredor, encontrar la térmica,
subir con ella, llegar más lejos, volar más
alto, seguir al viento.
El Valle ofrece una geografía ideal para
su práctica. Los constantes vientos patagónicos
junto con acantilados de poca altura permiten varios
puntos de despegue de los pilotos. En la zona del
Paso Cordova en Roca, uno de los puntos de despegue
es el cerro de las Tres Cruces alrededor del cual
se suelen ver los coloridos parapentes en grupo.
“Nos juntamos en Roca, aun los que viven en
Neuquén, porque la orientación de
los acantilados es ideal para hacer uso de vientos
en muchos cuadrantes ( O, y NO E, NE y N) lo cual
no se da en muchos otros lugares. Poder hacer uso
de condiciones meteorológicas más
amplias, permite volar más y más seguido.
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Esta geografía es seguramente parte del éxito
de la actividad en la zona. Sin embargo, un condimento
adicional y sin el cual no sería posible
entender el entusiasmo de sus seguidores es que
han logrado armar un grupo fuertemente cohesionado.
El vértigo del vuelo tiene momentos de pausa
marcados por el propio viento y ahí el grupo
toma protagonismo: entre vuelo y vuelo, el tiempo
se comparte entre amigos. El grupo también
hace que el vuelo sea distinto. “Se puede
hacer parapente solo, por supuesto, pero nosotros
somos grupo dependientes” dice Ramón
quien tiene años de experiencia en ambos
parapente y amigos.
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En el Valle hay unos 40 pilotos que practican el
deporte regularmente con un muy amplio espectro
de edades. La menor tiene un poco más de
20 y el mayor más de 50. Sin embargo, hay
deportistas que superan los 70 en el Bolsón
o Bariloche. Una actividad atrapante para todos
los que participan. Los pilotos esperan el fin de
semana y otean el estado del tiempo desde la ventana
de sus casas. Si “pinta” parten sin
dudarlo a la barda para no perder ninguna oportunidad
de vuelo.
La magia del vuelo tiene un espacio íntimo
y también un espacio social que es tiempo
de compartir entre amigos. El parapente en el Valle
une ambos y hace de la combinación un vuelo
en bandada. |
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