La semana pasada exponíamos en estas mismas páginas los problemas estructurales que padece la fruticultura regional.
Destacábamos que el actual modelo económico, que convalida un progresivo incremento de la demanda agregada atada a un tipo de cambio "cuasifijo", es una de las variables que más afectan hoy la base productiva del Valle de Río Negro y Neuquén.
Está claro que la actual paridad cambiaria no es compatible con el desarrollo de la actividad.
En las últimas seis décadas las crisis en la Argentina fueron en línea con ciclos económicos y todas terminaron con un ajuste compulsivo del mercado sobre el tipo de cambio vigente en ese momento. (Ver infografía en página 2)
Frente a este complejo escenario, hoy la salida para muchos empresarios del Valle es la devaluación. "Llevar el dólar arriba de 5 pesos es lo único que puede recomponer este caos. El retraso en la paridad cambiaria se hace insostenible", aseguró esta semana un exportador.
Pero una devaluación no es la solución para que la fruticultura regional pueda sostener un desarrollo sustentable en el tiempo.
Llevar la paridad cambiaria arriba de los 5 pesos en los próximos meses puede potenciar los efectos nocivos que ya presenta el modelo económico oficial. La inflación es uno de ellos.
"No hay posibilidades políticas ni económicas de llevar el dólar a los niveles que están exigiendo la UIA o algunas economías regionales", remarcó un alto funcionario del Ministerio de Economía de la Nación días atrás al ser consultado por el tema.
¿Cómo hacen otros países vecinos que mantienen su moneda apreciada frente al dólar y siguen siendo competitivos con la fruta en el mercado? Un reciente estudio elaborado por Rogelio Frigerio (n), titular de la Consultora E&R, aporta una clara explicación al respecto.
* Brasil, un importante productor y exportador de manzanas del hemisferio sur, eligió la opción de dejar flotar su moneda. El tipo de cambio nominal pasó de 3,95 reales por dólar en octubre del 2002 a 1,70 reales por dólar al cierre de este fin de semana. Esta revaluación se sostuvo de la mano de un ingreso neto de capitales casi permanente. Paralelamente, entre el 2004 y el 2010 sus tasas de crecimiento y la inflación estuvieron controladas: promediaron un 4,9 y un 5,2% anual respectivamente. En este caso puntual, "Brasil puede dejar apreciar nominalmente su moneda porque además de contar con competitividad sistémica (no precio) en muchos de sus sectores productivos e industriales las bajas tasas de inflación de los últimos años le permitieron generar una demanda de moneda local capaz de estimular el ahorro privado, suficiente para desarrollar el mercado de crédito necesario para amortiguar los efectos negativos de la apreciación cambiaria", señala Frigerio. La política crediticia activa (con disponibilidad de fondos a bajas tasas de interés) que imprimó el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes) estimuló la competitividad genuina en gran parte de la industria brasileña, así como también la oferta agregada para no generar aumento de precios internos.
* Chile es el otro ejemplo. Líder en el comercio internacional de frutas, pasó de un dólar a 740 pesos en octubre del 2002 al valor actual de 495 pesos. El gobierno genera políticas activas de intervención en el mercado cambiario para evitar una mayor apreciación nominal de su moneda. Y esta política es efectiva porque se lleva a cabo sin generar inflación y con aumento de productividad en la economía. Si se acelera el nivel de precios, bienes, insumos y factores internos, más allá de lo que ocurra con el tipo de cambio la economía pierde competitividad. El gobierno compra el exceso de oferta de dólares proveniente de las exportaciones con superávit primario, evitando que el tipo de cambio nominal caiga por debajo del punto de quiebre para la economía. Y dado que el exceso de dólares se compra sin emisión artificial de pesos, no se genera inflación y se mantiene el tipo de cambio real depreciado genuinamente.
La Argentina -que también recibe los beneficios del contexto internacional- elige intervenir el mercado cambiario para mantener su moneda barata. Pero, a diferencia de lo que hace Chile, la política cambiaria aplicada resulta ser inconsistente, ya que se intenta mantener un tipo de cambio nominal elevado pero con inflación creciente, generando una apreciación del tipo de cambio real de la peor manera.
El principal problema de la política cambiaria argentina es el carácter expansivo de la política fiscal. Es decir, la voracidad del gasto público erosiona los ahorros del fisco, haciendo que el gobierno deba comprar el exceso de dólares con emisión de pesos ya que carece de un superávit fiscal genuino.
En las economías en que la competitividad no es sistémica (y donde el tipo de cambio depreciado funciona artificialmente como fuente de competitividad), como es el caso de Argentina, la apreciación cambiaria termina forjando un nuevo equilibrio con más desempleo y menos nivel de actividad, que es justamente lo que se comienza a ver hoy en la región del Valle de Río Negro y Neuquén. La inflación creciente aprecia el tipo de cambio real y pone en duda la sustentabilidad del actual proceso de crecimiento económico en el largo plazo.
Las recientes medidas adoptadas, así como la agenda política, parecerían ir exactamente en sentido opuesto al que marca la racionalidad, acelerando el aumento de precios y la apreciación del tipo de cambio real. El Valle lo está sintiendo.
La historia se repite
"Cuando la Argentina se está por enfermar, la primera manifestación de la fiebre se produce en el Alto Valle".
El ministro Boudou frunció el ceño preocupado. La reflexión era el corolario de un informe pesimista que sobre la actualidad de la fruticultura había expuesto el CEO de una de las principales firmas exportadoras de la Argentina.
El primer síntoma de la fiebre se ha producido en realidad hace pocos días, cuando una de las grandes compañías frutícolas del país, Expofrut, anunció el despido de los obreros de sus plantaciones de uva de mesa. La explotación involucró, en su momento de auge, a más de 500 trabajadores permanentes y alrededor de 1.200 en temporada y, ahora, tomaron la decisión de arrancar todas las hectáreas plantadas en uno de los cultivos más promisorios que se han hecho en los últimos años.
Pero la uva de mesa es una explotación particularmente sensible de la economía regional. Un 80% de su costo está en los salarios y una política disparatada como la que sigue el gobierno nacional en esta materia afecta letalmente a una actividad que no pasa por su mejor momento en el mercado. Compite en Europa con la sudafricana y la chilena y éstos tienen la ventaja de que no pagan derecho de admisión, una de las consecuencias no deseables de nuestra adhesión al Mercosur.
Pero el caso de la uva de mesa no se traslada al de manzana y pera. Paradójicamente las peras y las manzanas están recibiendo precios muy altos en el mercado en relación a su historial, duplicando los conseguidos veinte años atrás.
¿Cómo es posible que con tan altos precios el panorama de la actividad sea tan sombrío? Lamentablemente la historia se repite. Una política basada en un dólar fijo y un ingrediente variable que es la inflación interna que aumenta los precios de todos los insumos, y desde luego el de la mano de obra, han sido letales para la fruticultura en la época de la tablita de Martínez de Hoz, del uno a uno de Cavallo y de la actual política de Kirchner.
Un dólar estable requiere una política económica antiinflacionaria, lo que ocurre en alguna medida en Chile y en Brasil, pero no es compatible con una política de expansión del consumo, aumentos salariales que implican en los hechos aumentos de un veinte a un treinta por ciento anual que son en definitiva en dólares. Desde el punto de vista de la inflación interna, puede resultar adecuado, pero en las exportaciones con un dólar fijo, esos aumentos son impensables en cualquier economía del mundo sin que dañen severamente la actividad.
Los rumores sobre ajustes en las empresas comienzan a hacerse cada vez más intensos. Expofrut ya el año pasado redujo el porcentaje de frutas compradas a terceros compensadas, en parte, con un aumento en la producción propia. Los pronósticos en ésta y en otras empresas es que eliminarán la adquisición de frutas a terceros, salvo algunos clientes muy privilegiados. La idea de las empresas es luego comprar si fuera necesario fruta embalada en forma selectiva. La consecuencia final podría ser una colosal cantidad de fruta que no encontraría destino.
¿Por qué es más sensible la economía del Alto Valle a esta política de dólar fijo y costos en ascenso? La comparación con la producción de cereales y de soja en el país muestra que el costo de la mano de obra, que asciende a 210 jornales por hectárea año en la uva de mesa, 110 jornales en la pera y la manzana, significa solamente el 0,14% de jornal por hectárea en la soja, de manera tal que los aumentos de los salarios en la pampa húmeda son comparativamente insignificantes.
De manera que, en lo que se refiere a la pampa húmeda, no hay razones para una devaluación por que los saldos favorables de la balanza comercial obliguen al Banco Central a comprar dólares para evitar que el peso se revalúe. En cambio en aquellos cultivos industriales o semiindustriales, en los cuales el producto final, en nuestro caso la fruta, representa sólo un pequeño porcentaje del costo total que incluye salarios, fletes, frío, empaque, etcétera, se requiere una política distinta.
En un año electoral, hay pocas esperanzas de que el gobierno modifique esa conducta que tiende a estimular el consumo para crear una sensación de euforia. De esa forma piensa arribar en mejores condiciones a unas elecciones que, por el momento, tienen expectativas sumamente negativas para el gobierno. Es probable entonces que la historia se siga repitiendo; frente al colapso de las actividades de mano de obra intensiva y de altos costos en insumo, se irán gradualmente incorporando otros sectores de la actividad económica vinculados especialmente con la exportación, hasta que el mercado perciba que existe un riesgo cambiario y empiece a comprar dólares, revirtiendo la tendencia actual. La experiencia indica que en estos casos el ajuste final se produce y suele ser traumáticamente violento.
JAVIER LOJO