Dice que es un arquitecto frustrado. Sin título y sin siquiera haber cursado una sola materia en la facultad se las ingenia para remodelar, diseñar, equipar casas a su gusto y lo hace con una gracia envidiable. La pasión, el talento, es lo que cuenta. Hablamos de Martín Egozcue, más conocido como diseñador de indumentaria masculina (factotum de las griffes Félix, Castillo y asesor de Bensimon) que por su otra cara, la del talentoso hacedor de viviendas. Esta vez se trata de su último proyecto, el que acaba de estrenar en este pueblo uruguayo, campo adentro, a 60 km de Punta del Este. Siempre amó la campiña uruguaya, ondulante y verde y Garzón en especial, que saltó a la fama de la mano del chef Francis Mallman, cuando sorprendió al mundillo glam al abrir restaurante y diminuto hotel frente a la plaza principal, hace unos pocos años. Y Mallman, claro, un visionario en descubrir parajes bellos y sin contaminación (tuvo Los Negros en José Ignacio cuando aún era una aldea de pescadores), arrastró otros extranjeros que se enamoraron también de este pueblo de apenas 250 almas permanentes, donde se cuentan 60 viviendas de material y mismo número de ranchos. Aquí el tiempo transcurre en otras dimensiones, mucho más pausadas. Por sus calles circulan más jinetes que Mercedes. Más gauchos que turistas con cámara que cuelga del cuello, aunque estos han aumentado geométricamente. Volviendo a Martín y a su historia, la verdad es que a él le hubiera gustado comprar alguna de las centenarias casas frente a la plaza pero llegó tarde: todas ya habían cambiado de dueño. Y se tuvo que conformar con irse unos metros más allá, en otra calle de tierra que sale de la plaza, también en una esquina. Pero su historia tiene un happy ending. Martín está feliz estrenando su nuevo rancho, cero pretencioso y con mucho encanto. ¿Cómo lo encontró? Salió de recorrida un día de lluvia. Fue en su camioneta, transitando las calles, las pocas calles de tierra del pueblo cuando encontró este rancho, con cartel de venta. Lo compró rápidamente.