Desde la creación del euro en 1999 hasta el año pasado, según estimaciones de la OECD, los costos laborales unitarios -o sea, la brecha entre los costos laborales y la productividad- mostraron las siguientes variaciones:
? En España la brecha entre costos laborales y productividad creció el 33%.
? En Grecia, aumentó un 30%.
? En Italia, el incremento de esta brecha fue del 24%.
En el marco de la vigencia del euro, los tres países han tenido aumentos de costos laborales muy superiores al ritmo de crecimiento de su productividad. Similares tendencias se observan en otros países en crisis como Portugal e Irlanda. En sentido contrario, las estimaciones de la OECD señalan que en Alemania el costo laboral unitario tuvo una variación de apenas el 3%; es decir, los aumentos de salarios y contribuciones sociales en Alemania fueron a un ritmo muy parecido al aumento de la productividad.
Para incrementar el nivel de vida de la población es necesario haber invertido previamente en equipamiento, infraestructura, capital humano y tecnología. Con esto aumenta la producción por trabajador y así son viables el crecimiento de los salarios sin poner en riesgo la competitividad y la expansión de los servicios públicos sin caer en crisis fiscal. El problema no lo origina la regla cambiaria (el euro) sino el sostenimiento de una gran inconsistencia entre producción por trabajador y consumo (privado y público). Mientras que los alemanes se someten rigurosamente a la regla de que para consumir más hay que producir más, los países en crisis aspiran a sostener un nivel de consumo que colisiona con su mediocre organización productiva y laboral.
Frente a la crisis, el plan de austeridad es inevitable. En el corto plazo, y más allá de las ayudas que puedan recibir de otros países, va a ser necesario reducir el consumo interno a los límites que impone el nivel de productividad prevaleciente. Pero lo más importante no es el ajuste sino las condiciones para incrementar la productividad en el futuro. En otras palabras, capitalizar la crisis como una oportunidad para transformar la organización económica y laboral en vistas de maximizar el crecimiento de la productividad.
Un camino alternativo para los países del euro en crisis sería la "solución" a la argentina. Salvando las distancias, esto implicaría abandonar el euro y, con su propia moneda, volver a tener la posibilidad de devaluar, emitir y dejar de pagar la deuda pública. Con esto no evitan el ajuste (como lo demuestra la reducción a casi la mitad en el nivel de salarios y jubilaciones que sufrió la Argentina luego de la megadevaluación del 2002 y que en el 2009 aún no se terminó de recuperar) y tampoco garantizan generar las condiciones para el aumento de la productividad. Muy por el contrario, en un contexto de alta inflación y fuertes discrecionalidades, las políticas tienden a ser muy propensas a la generación de nuevos factores de improductividad y condiciones muy adversas para la inversión.
Los países en crisis aspiran a
sostener un nivel de consumo que
colisiona con su mediocre organización productiva y laboral
Es lo que creció la brecha entre costos laborales y productividad en España desde que se creó el euro en 1999.
Es el máximo incremento salarial que se otorgará en promedio en España en los próximos dos años para superar la crisis.