Estudiante de teología, apasionado viajero por Sudamérica, esposo amante y hombre modesto y recluso: Charles Robert Darwin, nacido el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury, Inglaterra, sería el primer sorprendido de los festejos mundiales marcando su bicentenario. ¿Quién es el hombre detrás de una de las teorías más radicales de la historia -la evolución mediante la selección natural-, que cambió para siempre la manera cómo el hombre se mira a sí mismo y al mundo que lo rodea y que desató la ira de la Iglesia victoriana y la Iglesia?
Charles Darwin, nacido hace 200 años, puso al hombre en su lugar, al incluirlo en la larga historia de la evolución de las especies, desmintiendo la creencia de una creación divina y fundando la biología moderna, antes de ser recuperado con fines racistas o eugenistas.
El científico inglés, al igual que otros naturalistas que lo precedieron, encontró en los animales muchas características comunes y trató de explicar el origen de las mismas. Quiso comprender, por ejemplo, por qué todos los que tienen pico tienen también plumas, o por qué todos los que tienen miembros tienen también vértebras.
Basándose en la geología, demostró que las especies evolucionaron a través de la selección natural, que favorece algunos rasgos (tamaño, color, forma...) o comportamientos de los organismos vivos en un medio ambiente dado. "Hay muchas variaciones en la especie. Los que son momentáneamente aventajados por las condiciones de su entorno dejan más descendientes", explica Guillaume Lecointre, profesor del Museo Nacional francés de Historia Natural. Esta ley explica la larga historia de la vida en la Tierra, desde la aparición de organismos unicelulares hasta los mamíferos y el hombre.
Libros, conferencia y exposiciones organizadas con motivo de su bicentenario se centran más en el desarrollo de la teoría que en el hombre, pero algunos levantan un velo sobre su intimidad. Nacido en el seno de una familia acomodada, su infancia estuvo rodeada por científicos: su padre era médico y uno de sus abuelos, Erasmus Darwin, fue un naturalista. Empezó a estudiar medicina en Edimburgo, pero no le interesó. Su padre lo envió entonces a la Universidad de Cambridge a estudiar teología y se convirtiera en pastor protestante.
Pero Darwin, que consagraba cada momento libre a las ciencias naturales, cuestionó las enseñanzas religiosas mucho antes de impugnar la creencia bíblica de la creación. "Me resulta difícil comprender que alguien deba desear que el cristianismo sea verdad (...) La Biblia parece mostrar que las personas que no creen -y entre ellas se incluiría a mi padre, mi hermano y casi todos mis mejores amigos- recibirán un castigo eterno. Y ésa es una doctrina deleznable", escribió.
Su vida cambió cuando uno de sus profesores lo recomendó a Robert Fitz Roy, capitán del "HMS Beagle", barco de la Marina británica, que buscaba a alguien para acompañarlo en una expedición científica alrededor del mundo. El barco zarpó el 27 de diciembre de 1836 y Darwin, a los 22 años, descubrió un nuevo mundo, que lo llevó a concluir que "los monos hacen a los hombres", como escribió en una carta a un amigo. El viaje duró cinco años, con escalas en Brasil, nuestra Patagonia, islas Galápagos (Ecuador), Tahití, Nueva Zelanda y Australia. Fascinado por la flora y fauna de América del Sur, como el alemán Alexander von Humboldt años antes que él -cuyos diarios Darwin leyó ávidamente- el joven anotó todo lo que veía, recogiendo especímenes en cada etapa. A su regreso, en 1836, publicó el diario de su viaje, que lo dio a conocer.
Pero aunque fueron sus observaciones en el "Beagle" que lo llevaron a su teoría de la evolución, pasaron 20 años antes de que escribiera "El origen de las especies". Aquejado por problemas de salud, Darwin decidió casarse con su prima, Emma Wedgwood, en 1839, con quien tuvo diez hijos. Algunos biógrafos cuentan que fue un padre amante, un hombre con "corazón de oro" que gustaba de dar largos paseos con sus hijos pero que vivía angustiado por sus enfermedades, culpándose por haberse casado con una prima. Seguía escribiendo, pero era muy cauteloso de divulgar sus teorías. Sin embargo, le pidió a Emma que en caso de que él muriera publicara un ensayo sobre la evolución mediante la selección natural porque, escribió, sería "un paso considerable en la ciencia". Esto lo llevó a publicar "El origen de las especies", un ensayo publicado en 1958 por Alfred Russel Wallace, quien llegó a la misma conclusión de que las especies compiten y que sólo las más fuertes sobreviven.
Pero según Wallace, esa selección natural estaba guiada por una fuerza sobrenatural. En cambio, Darwin ya en 1838 escribió que "el hombre, en su arrogancia, se cree una obra digna de la intervención de una deidad. Sería más modesto, y más verdadero, que se considerara creado a partir de los animales".
Esa teoría es "la muerte de Dios", escribieron algunos. Cuando murió en 1882, sus teorías eran ya aceptadas por una mayoría de la comunidad científica y Darwin era galardonado con medallas y títulos.
Hoy, la mayoría de los cristianos acepta (exceptuando los llamados creacionistas) el principio científico de la evolución, pero el papel desempeñado por el azar en la aparición de las variaciones o de nuevas especies sigue siendo para muchos un escollo.
Por lo demás, el pensamiento de Darwin fue rápidamente utilizado por algunos de sus contemporáneos para justificar -con el lema de "la supervivencia del más apto"- el dominio de la raza blanca o de los países occidentales. En "La descendencia del hombre", publicado doce años después, Darwin extiende su teoría al hombre, que "con todas sus capacidades sublimes sigue llevando en su construcción corporal la huella indeleble de su bajo origen". Darwin demuestra en esa obra que la selección natural "ha favorecido en la evolución humana el desarrollo de instintos sociales y el aumento correlativo de las facultades racionales", señala Patrick Tort, autor de un Diccionario del Darwinismo.
Opuesto a la esclavitud, Darwin usaba la palabra raza sólo para designar una forma entre otras de variabilidad dentro de la especie humana. Desde hace 150 años, el pensamiento darwiniano ha sido completado gracias a los aportes de la genética, descripta por vez primera por Gregor Mendel en 1866, pero que Darwin no tuvo nunca en cuenta. La biología evolutiva, eclipsada en los años 1950 por el descubrimiento del ADN y de los procesos físico-químicos en las moléculas, registra un nuevo auge desde hace dos décadas. En el hombre, mostró los problemas de adaptación ligados a cambios demasiado rápidos. Por ejemplo, el brutal aumento del consumo de azúcar ha provocado una vertiginosa subida de los casos de obesidad, de miopía y de acné.
A su muerte, de un colapso cardíaco, Darwin recibió funerales de Estado y fue sepultado en la Abadía de Westminster, cerca de la tumba de ese otro gran científico británico, Isaac Newton.
Boris Cambreleng /Ana María Echeverría
AFP