La seguridad papal fue reforzada tras el atentado contra Juan Pablo II, pero este dispositivo no es infalible, como lo demostró el ataque del jueves contra Benedicto XVI, quien ya fue víctima en varias ocasiones de tentativas de agresiones. Alrededor de 350 personas trabajan en esta labor: 110 miembros de la Guardia Suiza, el ejército personal de los sumos pontífices, un centenar de miembros de la Gendarmería del Vaticano y 140 oficiales, suboficiales y agentes de la policía italiana.
Las medidas de seguridad fueron ampliamente reforzadas tras el atentado del 13 de mayo de 1981 contra Juan Pablo II, que resultó gravemente herido por bala en la Plaza de San Pedro, y sobre todo en los últimos años, frente a la amenaza de atentados terroristas contra el Vaticano. La Plaza de San Pedro está delimitada por barreras metálicas pero su acceso es libre, salvo durante las audiencias generales: entonces los fieles tienen que pasar por unos pórticos de seguridad. Para acceder a la Basílica de San Pedro es obligatorio pasar por un detector de metales.
Los patrulleros de la policía italiana así como la escolta en moto uniformada están constantemente presentes en los lugares, también vigilados por cámaras de seguridad. Estas medidas se refuerzan en circunstancias especiales, durante los días de afluencia excepcional como la Pascua y la Navidad. Francotiradores toman posiciones en los techos de los edificios vecinos y se recurre a unidades caninas adiestradas para buscar explosivos. También se movilizan helicópteros, coches blindados, vehículos todoterreno y ambulancias y los hospitales próximos al Vaticano están puestos en estado de alerta.