Nada nuevo se aporta cuando se dice que terminó el amor entre el kirchnerismo y la clase media. Murió y murió hace tiempo.
Comenzó a diluirse avanzado el 2007, lo cual no impidió que Cristina Kirchner llegara a ser presidenta. Abunda la literatura sobre el tema.
Pero el desencanto de la clase media, beneficiaria de primer rango del crecimiento económico que signó el mandato de Néstor Kirchner, se aceleró a partir de la polarización que generó en el conjunto de la sociedad argentina el entrevero entre el campo y el gobierno a raíz de las retenciones a las exportaciones agropecuarias. El tormentoso 2008.
Pero sí, el deterioro de ese vínculo no surgió por generación espontánea.
Tres razones para un alejamiento
En un interesante trabajo publicado en "Umbrales de América del Sur", el sociólogo Ricardo Rouvier -un hombre cercano al kirchnerismo- desmenuza parte de la génesis del divorcio. Dice:
- Es fácil señalar el conflicto con el campo como la bisagra de la microhistoria del oficialismo, pero la realidad fue que el inicio del debilitamiento (de la relación poder - clase media) estuvo en la distancia entre los índices del Indec y la inflación sentida y vivida por las amas de casa en los puntos de venta.
- A partir del conflicto por las retenciones comenzó una nueva etapa, que significó un abrupto giro en la relación poder - sociedad. Perdió credibilidad el discurso oficial, que se extendió desde las capas medias hacia abajo comprometiendo escalones del voto histórico del justicialismo.
- Ya en octubre del 2007 (elecciones presidenciales) se produjo una señal anticipada a la que era necesario prestarle atención.
El kirchnerismo perdía en los conglomerados urbanos donde predomina la clase media. Cristina Kirchner asentó su 45,29%, sobre todo en los sectores medios bajos y bajos y en algunos estratos medios urbanos más educados con adscripción ideológica hacia la izquierda.
A la hora de las elecciones parlamentarias de junio de este año quedó claro que el kirchnerismo no podía cercanamente repetir aquel respaldo.
Seguridad y trabajo son dos de los rangos que en cualquier encuesta saltan rápidamente, en primer lugar, a la hora de ordenar las preocupaciones de la sociedad. Y hacen, en mecánica conclusión por parte de los sectores medios, a gran parte de las razones por las cuales se divorcian del kirchnerismo.
-Pero no es toda la causa, sólo una inmensa parte -señala Eduardo Fidanza, director de la Consultora Poliarquía, hoy la más prestigiada en ese espacio-.
"Lo que también le importa a mucha gente son los términos en los que la trata el poder. No le gusta que la griten, que siempre esté pendiendo que la definan como enemiga... aun sabiendo que integra una sociedad impregnada de anomia, una cuestión en que la clase media está muy comprometida. Hay inmensas franjas de ese sector, como de otros, a las que repugna el estilo con que ejerce el poder el kirchnerismo, que le mientan como se hace con el Indec, que el poder hable de democracia mientras avala prepotencias... el "¡Pegue, Néstor, pegue!" puede caer bien en sectores bajos pero no en la clase media.
En la esquina de Santa Fe y Oro, una señora de clase media - media compra pilas en una casa de electrónica. Un televisor transmite la imagen de Cristina Kirchner saludando al Papa.
-Estoy harta de verla hablando y hablando desde su trono, dándonos lecciones de moral y de esto y lo otro...
-Yo también, señora -responde el pibe. Y acota:
-Todo el día hablándonos como la maestrita ante niños malos.
Una mirada desde Carta Abierta
Ricardo Forster es filósofo. Ejerce cátedras en la UBA y en la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos. Su fe en el kirchnerismo lo llevó en plena crisis con el campo a ser uno de los fundadores de Carta Abierta, grupo de intelectuales que estrecharon filas junto al gobierno de Cristina Kirchner. Esa adhesión no lo condiciona a reflexionar críticamente sobre formas y estilos de ejercer el poder por parte del kirchnerismo, matriz del desencuentro con la clase media.
-Su déficit -sostiene siempre- es la manera de gestar política mediante una lógica encriptada: un decisionismo entre unos pocos, casi enigmático y encerrado. De repente estalla una situación nueva que los sorprende y que de alguna manera redefine los modos de hacer política y parecen desorientados.
Pero al momento de analizar puntualmente el enojo de la clase media con el kirchnerismo, Forster habla desde un convencimiento: no niega razones a ese estado de ánimo pero advierte que está siendo fogoneado por factores de poder a los cuales "este gobierno les resulta insoportable".
¿Qué le resulta insoportable? "La recurrencia a reflexionar sobre el pasado dictatorial y, por lo tanto, la política de juzgamiento. También que se vuelva a introducir un debate en torno del rol del Estado y que en ese debate aparezcan palabras o conceptos olvidados; les resulta insoportable la recuperación de la política como un espacio en que el conflicto es parte vital de la democracia y también les resulta insoportable que la política ya no sea el símil de una mesa de Mirtha Legrand donde todos consensuamos, nos damos las manos y somos amigos... y todo esto, más allá de si el gobierno hizo bien o mal las cosas en tal o cual coyuntura o si, incluso, el modelo del gobierno no resulta todavía demasiado claro".
"Hay una decisión de generar un clima adverso que se va magnificando. Una reproducción preocupante en el lenguaje de las clases medias de mecanismos de prejuicios, de intolerancia, de brutalidad antidemocrática que son devastadores", advierte.
Hace tres años el psiquiatra José Eduardo Abadi y el dramaturgo Diego Mileo publicaron un libro que constituye un interesante aporte sobre el país que supimos construir: "No somos tan buena gente. Un retrato de la clase media argentina".
-En su título ya nos definimos, no nos ahorramos nada: no somos tan buena gente -comenta Abadi a este diario-.
-De todas maneras -acota Abadi-, el estado de ánimo de la clase media no se resume solamente en enojos, irritación con el poder. Expresa también un sentimiento de creciente compromiso con lo público que está más allá de la relación que ésta o estas clases medias tienen con éste o aquel gobierno.
De la investigación de Abadi y Mileo se desprende que a fuerza de crisis y más crisis la clase media es protagonista -vía su enojo- de un interesante proceso de exigencia al poder.
* "El argentino -dicen- empieza a cuidar de su país. Es notable la capacidad que ha demostrado de generar mayor exigencia y control sobre el poder político. Antes el electorado era cautivo del poder; hoy ya no estamos condicionados, como si de pronto hubiésemos descubierto que tomar una decisión significa tener muchos factores en cuenta y no sólo los emocionales. El hecho de que la gente apueste por la gobernabilidad y no por la simpatía que le despierta el candidato nos ubica ante un síntoma de madurez".
* "Hemos -dicen Abadi y Mileo- recuperado un aspecto de nuestra dignidad que por mucho tiempo fue dañado y que se asienta en la memoria y en los límites. Ya "no comemos vidrio", es decir, cada vez más el poder político tiene que responder por sus acciones. De alguna manera la gente se ha convertido en una nueva autoridad, generadora de un control que no existía".
Si éste es un proceso que trasciende el malestar de la clase media con el kirchnerismo, ¿dónde está su origen?
-¡En ese diciembre que nunca olvidaremos: el del 2001! Fue allí, en acción directa, donde la gente aprendió a defenderse atacando aquello que le hacía mal: el poder político -sentencia Jorge Giacobbe, de la consultora Giacobbe y Asociados-.
-Pero hoy no es diciembre del 2001 -le dice este diario-.
-Pero la gente no olvida que, si es necesario y por las razones que sea, tiene que enfrentar al poder. Mirarlo a la cara, decirle: "Me está mintiendo y no me gusta", como se lo está diciendo al kirchnerismo.
El diciembre de la "atmósfera incandescente". Los días de "Furia, ilusión y melancolía", define Beatriz Sarlo.
-Fue un proceso que hay que seguir estudiando... yo lo defino como un profundo "latido de indignación" -le dice Natalio Botana a un periodista brasileño durante la reciente reunión de la SIP en Buenos Aires-.
-Pero hay que aclarar algo: al momento de apropiarse de la calle para instalar el cuestionamiento, el "que se vayan todos", todos los sectores sociales estuvieron en la calle. No sólo la clase media cosechó experiencia y resultados con su protagonismo. Y la calle enseñó mucho... cada uno se fue a su casa con lo que supo aprender, con su experiencia.
"Algunos intelectuales y periodistas se apresuraron a darle una interpretación estrecha a este período extraordinario", escribe Ezequiel Adamovsky en su seductora "Historia de la clase media argentina". (Ver aparte)
"Para muchos, se trató de una "rebelión de clase media" motivada por un interés económico inmediato. El "corralito" había "perjudicado sus finanzas y por eso la gente de esa clase había reaccionado. Las asambleas y la excitación general duraron mientras el corralito siguió en vigencia y se agotaron rápidamente tras ser resuelto el problema de liquidez de los bancos. En fin, sólo una cuestión de bolsillo. Los sucesos reales, sin embargo, desmienten esas rápidas interpretaciones. En realidad, la que se desató en diciembre del 2001 fue una rebelión popular notoriamente plural y múltiple, tanto por su composición social como por las identidades puestas en juego", sostiene Adamovsky.
Pero desde la historia de esas semanas de furia volvamos al divorcio kirchnerismo - clase media.
Santiago Kovadloff, autor entre otros ensayos de "El enigma del sufrimiento", cree que la visión maniquea con que el kirchnerismo ejerce el poder está entre las razones fundamentales del distanciamiento bajo análisis.
Hace mucho tiempo que Kovadloff llegó a una conclusión: "El país está en manos de dos maniqueos y seniles: Néstor y Cristina".
-Maniqueísmo -dice- es el capital básico compartido que tiene el matrimonio Kirchner. La idea de que uno no está frente a un adversario ¡sino frente al enemigo! Esta presunción obliga, entonces, a dividir el país en clases sociales, en ideologías irreconciliables, y es la manifestación de una profunda pérdida de actualización.
-En la senilidad no hay nada más penoso que la pérdida de actualización. En la realidad no hay nada más penoso que la pérdida de sentido de lo real. Y estas dos personas -Néstor y Cristina-, si bien no son viejas, son conceptualmente seniles. ¿Por qué? Pues porque se mueven en un mundo que ya no tiene consistencia real pero al que necesitan perpetuar para no perder el sentido de su propia identidad -remata Kovadloff-.
Duro, Kovadloff. Terminante. Tan terminante como el divorcio del kirchnerismo con la clase media.
Por CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
