El kirchnerismo comprobó cinco meses después del traspié electoral, la pérdida de poder en un Congreso Nacional que durante seis años fue el brazo ejecutor de las políticas encarnadas por el matrimonio presidencial.
Dos síntomas marcaron en la Cámara de Diputados que la derrota electoral sufrida por el oficialismo el 28 de junio, mas allá de la inoperancia posterior de la oposición, no fue una pesadilla: el antikirchnerismo no sólo obtuvo quorum propio después de varios años sino que obligó a los diputados del gobierno, con Néstor Kirchner presente, a negociar, y después hizo pesar su mayoría para designar autoridades y conformación de comisiones.
Sin embargo, la ofensiva opositora encontró la audacia de la que careció desde el 28 de junio en una dirigente peronista como Graciela Camaño. La ex ministra de Trabajo, cuando el oficialismo no bajaba al recinto, se hizo cargo de la sesión y llevó adelante el primer triunfo opositor desde que Kirchner asumió en 2003.
Luego sobrevino la cesión por parte del oficialismo de las vicepresidencias primera y tercera, además de la presidencia de algunos comisiones supuestamente innegociables, así como la proporcionalidad en su integración. Detrás de esa "comprensión", habría estado el contacto de Cristina Fernández con su esposo. La mandataria avizoró una dura derrota como el rechazo a la resolución 125 si el oficialismo mantenía su intransigencia, y suspendió su asistencia. Por ello, ordenó primero bajar al recinto y después negociar, como ocurrió.