Por CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
Fue en 1969 que hablé por primera vez con Félix Luna, meses después de que se publicara "El 45" que, de todos sus libros, era el que más le gustaba. Con otros cuatro estudiantes de la carrera de Historia en la Facultad de Humanidades de la UNLP le hablamos. Queríamos conocerlo.
-Los espero mañana a las 10 en "La fragata". ¿Saben dónde está?
-Sí, sí -respondimos sin saber nada. Lo averiguamos: Corrientes y San Martín.
-Enfrente de donde, en tiempos de Perón, estaba el edificio de los nazis de la Alianza Libertadora Nacionalista, los de Queraltó, Kelly? una manga de pistoleros -nos dijo Enrique Barba, uno de los "bronces" de la facultad que tiempo después sería presidente de la Academia Nacional de la Historia.
A las nueve de la mañana los cinco estábamos en "La fragata" tras un arduo raid desde La Plata en un 2 CV que tosía y vomitaba aceite y nafta.
Puntual, a las 10 entró Luna. Y ahí nos percatamos de que nos habíamos olvidado el Geloso, grabador a cinta. Pero un cuaderno "Arte" guarda hoy celosamente los apuntes de aquel encuentro que, generosidad de "Falucho" mediante, se prolongó hasta pasadas las 13.
Apelando a ese cuaderno, recuerdo que todos le manifestamos nuestra sorpresa por el hecho de que de los documentos que manejó para dar forma a "El 45" se desprendía claramente que al menos hasta el 14 de octubre del 45 Juan Perón se consideraba políticamente acabado.
-Pero es así... Perón estaba preso en Martín García y ese día le envía a Eva la carta que publico en el libro. Le dice que pedirá el retiro del Ejército y que lo que más ansía es irse con ella a vivir a la Patagonia, a administrar los campos de la familia. Sí, sí... desde lo político estaba acabado. El 17 de octubre le vino desde afuera, fue un brinco muy fuerte en nuestra historia.
-Usted lo fue a ver a Madrid cuando estaba terminando el libro. ¿Cómo fue ese diálogo?
-Estuve un rato con él. Tenía siempre distintos esquemas de discurso para distintos interlocutores. Habla mucho... él dice que no es un político, que es un conductor, pero de lo único que habla es de política.
-Usted dice en el libro que lo torturaron durante el peronismo...
-Sí, pero nunca saqué pecho por ese tema.
No bien apareció "El 45" Luna le envió un ejemplar a Perón a Madrid. "No dijo nada. Pero años después me quisieron vender el libro que yo le había enviado con las notas al margen escritas por él. Me pedían 6.000 dólares, así que no lo compré. Las anotaciones eran superficiales. Demuestran que Perón no entendió el libro, porque había cosas humorísticas que no comprendió. Yo creo que él dejó de leer el libro cuando yo transcribo la carta que manda a Eva Duarte desde Martín García. Parece que eso le dio rabia porque mostraba a un Perón vencido, muy vencido, y ahí dejó de hacer anotaciones. Y hay una anotación notable: al lado de donde yo pongo que luego de un discurso pidió una aspirina, él anotó: ´Jamás tomo aspirinas´", declaró Luna a "La Nación" en el 2007.
Encuentros. Luego de aquel encuentro en 1969, volví a ver a Félix Luna recurrentemente. Incluso le hice once entrevistas para medios argentinos y extranjeros. A veces, sobre temas políticos puntuales; en otras oportunidades, sobre sus libros. También lo vi en conferencias y conversé con él en no pocos encuentros casuales en calles de Buenos Aires, especialmente a lo largo de los 80 y 90.
"Falucho" era buen conversador. Sereno. Gestos suaves. Buen humor, buen manejo de la ironía.
-Uno se siente historiador cuando define un tema, cuando sabe exactamente lo que quiere ir a buscar y deja de lado todo lo que sea adjetivo -me dijo Félix Luna un día de finales de diciembre del 91 durante una entrevista para "Río Negro".
Yo le había preguntado si compartía la opinión de José Luis Romero de que el historiador adquiere autonomía el día en que descubre "su tema".
-Comparto -respondió Luna-.
Y a renglón seguido fundamentó, no sin antes advertir que "en general hace ya mucho tiempo que dejé de reflexionar sobre estas cuestiones". Y acotó:
-Creo que el historiador se siente historiador en algunos momentos... por ejemplo, cuando confirma una hipótesis que estaba elaborando o cuando redondea y logra desarrollar un determinado tema. Quizá también se sienta historiador cuando la gente de la calle lo para y le dice: "Muchas gracias por su libro, aprendí mucho" o cuando el adherente a un partido lo para y le dice que ha cambiado su punto de vista sobre tal o cual acción de ese partido después de leer un libro de uno. En ese momento también se siente historiador; siente que cierra un círculo. Es el momento en que se presenta la fuerza y gravitación del historiador en una sociedad.
-Se infiere de sus palabras que es función del historiador estimular el espíritu crítico -sugerí-.
-Yo diría incluso algo más: el historiador debe contribuir a que mejoren los mecanismos del sistema democrático. Lo que el historiador no debe procurar jamás es investigar perseguido por la idea de mantener una relación armoniosa con quien lo va a leer.
-¿Qué quiere decir con eso?
-Que hay historiadores que debido a los temas que trabajan y a su forma de trabajar no son ni tienen por qué ser populares. Uno no debe perseguirse a sí mismo con la idea de escribir cosas que agraden, que no generen conflictos.
-¿Y usted cómo se ve en esa ecuación?
-Yo opté por el género de la divulgación.
Ahora, cuando reviso la cinta y los apuntes de esta entrevista hecha hace 17 años -fue publicada en estas páginas el 2 de febrero del 92-, percibo todo lo que queda de lado, todo lo hablado que se desecha a la hora de la inevitable selección del material que irá a rotativa.
De golpe me dijo:
-¿Así que usted vivió en Viedma? ¡Viedma, Patagones! ¡Sabe cuánto quiero a esa zona! Ah, mire, está ligada a uno de los episodios de nuestra historia que más me... sí, sí, me emocionan: el combate del 7 de marzo de 1827. Lo conoce, ¿no? Siempre digo que es el combate que más me gusta de todos los que se han dado en la historia de este país. ¿Sabe lo que era Patagones en 1827? Nada... un grupo de gente olvidada por todo... 200, 300, un fuerte. ¡Y estos tipos, con lanzas, algunas tercerolas, palos, con lo que tenían a mano, le hicieron pata ancha a una escuadra brasileña comandada por ingleses, varios cientos de infantes, artillería! ¡Y los derrotaron! Se peleó todo el día, ¡impresionante! ¡A puras pelotas! ¡En la iglesia de Patagones están las dos inmensas banderas brasileñas que ganaron esos paisanos! Inmensas, bordadas con hilo de oro... ¡un hecho impresionante y que está muy olvidado por nuestra historia!
***
Recuerdos de Frondizi. Otro de los encuentros con Luna se dio en julio del 99. Mediodía de viernes. Junto con Oscar Raúl Cardozo, de "Clarín", recientemente fallecido, salíamos de la "Richmond", Florida al 100. Siento que Oscar dice:
-¡Y aquí, don "Falucho" Luna y Obes!
Y ahí llegaba Félix Luna embutido en una campera de gamuza. En la mano, un sobre grande de papel madera. De nuevo a la "Richmond".
-Tomen muchachos -dijo "Falucho" y del sobre sacó dos libros "Diálogos con Frondizi", de "Planeta"-. Salió por primera vez en el 62 y fue el primer trabajo sobre la gestión de Frondizi. Hace un año se hizo otra edición...
-¿Por qué se fue con Frondizi cuando se partió el radicalismo? -pregunté-.
-Por tantas cosas... Mire: me fui con él por esto -señaló "Falucho" y abrió uno de los libros que acababa de regalarnos a Oscar y a mí, página 16-.
-Por esto, por esto... -me señaló y leí: "Ensanchó (Frondizi) las fronteras espirituales del país planteando acuciantes exigencias a la imaginación y capacidad de trabajo de los argentinos"-.
-Y por esto otro -me dijo Luna haciéndome leer renglones más abajo en la misma página: "Proclamó, en fin, una nueva fe, no con el exasperante verbalismo con que solía saturársenos sino con un impulso real".
-Por todo eso me fui con la UCRI. Como digo en este libro: sabía lo que quería y lo que quería estaba compuesto de objetivos superiores, desnudos de toda ambición menuda. Nos hablaba de un futuro posible, mejor... le ponía pasión a la idea de ese futuro. Por eso digo siempre que tenía algo de Bernardino Rivadavia, que siempre creyó en un porvenir mejor para este país y, como Frondizi, tuvo un proyecto de país. Rivadavia llegó a imaginar un canal que uniera el Río de la Plata con el Pacífico; ¿qué presidente le habló de futuro a la Patagonia como le habló Frondizi? ¡Nadie! -dijo Luna y volvió a un silencio que pareció insinuar que el tema Frondizi se desvanecía. Pero no era así-.
-¿Vos lo viste la noche en que lo derrocaron, no? -le preguntó Oscar y Luna, levantando sus pobladas cejas, asintió con la cabeza-.
-¡Qué trago amargo! Sí, sí... no a la noche, sino en la mañana del 29 del marzo del 62. En este libro vuelvo sobre esa mañana. Lo habían detenido horas antes y lo llevaban a Martín García. Era la dignidad en persona: bien plantado, sin gestos, aplomado. Estuve varios días muy mal, tironeado por emociones muy fuertes -señaló "Falucho" y la libreta que contiene los apuntes de aquel encuentro dice que yo dije:
-Como en el Poema Conjetural: ganaban los bárbaros...
-Ganaba la Argentina torpe... la que vivió acosándolo, presionando. O mejor sería decir que no ganó nadie: perdimos todos. Este país se especializa en perder el tiempo -dijo Luna mientras yo hojeaba el remate del libro: "¿Cómo desearía usted ser definido?", le pregunta Luna a Frondizi. "Como un argentino más que lucha por la grandeza de su patria y a quien le conmueve todo lo humano. Y, si me pidiera un epitafio: ´Fue un ser humano. Amó a su patria´, le contesta él-.
-¿Qué tenían de común Roca y Frondizi? -le pregunté a Luna aquel día.
Para aquel julio del 99, "Soy Roca", uno de los libros junto con "El 45" más logrados de Luna, llevaba varias ediciones y era tema del momento.
-Sabían interrogar la historia. Miraban largo, más allá del metro cuadrado que pisaban. Eso los une, y los une en la concepción de progreso, de saber que se puede progresar.
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El desplome de la Alianza. El acelerado y sangriento desplome del gobierno de la Alianza generó en Luna la percepción de que mucho de la política se iba para siempre de la historia. Me lo dijo por teléfono una tarde de -creo- finales de noviembre de aquel agitado 2001. Desde "Río Negro" lo consultamos sobre la dialéctica del vertiginoso proceso de deterioro institucional.
Confesó estar desorientado "como araña en demolición". Tanto, que por momentos era él el que buscaba respuesta en el periodismo:
-¿Ustedes qué piensan que va a suceder? -me preguntó-.
-¡Ah, no, doctor... somos nosotros los que buscamos con usted saber qué puede pasar! Acá también andamos como turco en la neblina...
-Me parece que de ésta sale muy mal el radicalismo. Es mucho en 20 años de transición tener que irse apurado del poder... ¡mucho!
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El kirchnerismo. A un año y algo de aquel noviembre del 2001, con Eduardo Duhalde desbrozando el camino para la llegada de Néstor Kirchner a la Rosada, "Falucho" Luna me manifestó su desconcierto: "No entiendo la falta de autocrítica en que está sumido el radicalismo, no entiendo cómo no hay alguien, un grupo, que se clave en el centro del partido y diga algo fuerte y con sentido".
-¿Qué sería ese algo fuerte, doctor? ¿Cree que puede desaparecer?
-Desaparecer no, pero quedar en estado vegetativo es posible. No sé lo que hay que decir, pero lo que hay que decir debe hacer a que el radicalismo no se desperdigue, hay que juntarlo. El peronismo que viene va a ser duro, muy duro...
-¿Duro en qué sentido?
-Y... con sus peores tradiciones... prepotencia, usted sabe...
No pasó mucho tiempo para que, en entrevista con Cristina Mucci y con Kirchner ya ejerciendo la suma del poder, "Falucho" Luna deslizase dos diagnósticos que sin que le sobren ni le falten palabras definen mucho de lo sucedido en la política argentina a partir de kirchnerismo:
- - "El peronismo se ha convertido en una suerte de oficina política cuyas luchas internas repercuten en todo el país. Quisiera que llegara a un nivel que no perturbe la salud institucional de la Argentina".
- - "Cuando desde el oficialismo se degrada la política como se la está degradando, la oposición también se degrada. Porque el oficialismo es como un espejo donde se reflejan todas las fuerzas políticas que actúan en el país. Un oficialismo con ética, respeto por las instituciones e ideas claras, repercute en la oposición y la obliga a tomar una actitud conse- cuente".
La última vez que vi a "Falucho" Luna fue en el 2007. Fue en la vereda del Círculo Militar, Plaza San Martín.
-Doctor Luna -dije y "Falucho" se frenó. Me miró con ojos entrecerrados-.
-Del "Río Negro"... nos conocemos...
-¿Cómo está? ¡Siempre recuerdo muy bien al diario, siempre me publicaron los artículos que enviaba! -me dijo-.
Creo que intuí que su salud estaba desmejorada. Hablamos -claro- de la situación política en general. Y del radicalismo en particular. Corrían días en que el kirchnerismo desahuciaba al radicalismo.
-El partido tendría que ir a la intransigencia. Los que quedan se tienen que endurecer, como hizo este partido cada vez que alguien se llevó por delante al país.
"Falucho" murió.
Y el radicalismo, del cual él llegó a escribir que era un "lujo para el país", no sabe si tiene futuro.
Y yo me quedé sin preguntarle a "Falucho" el porqué de tanta indulgencia suya con Hipólito Yrigoyen en relación con las muertes de la Semana Trágica y las huelgas de la Patagonia...
