ROCA.- Como si la danza fuera algo eterno en su cuerpo y su alma, una pasión que no disminuyó con el correr de los años y que poco tiene que ver con haber dejado los escenarios en los que brilló internacionalmente, así habla Liliana Belfiore. Un entusiasmo se dibuja en su rostro y las palabras brotan mientras sus manos se mueven para acompañarlas, como otra más de sus coreografías. Para muchos profesionales, "colgar las zapatillas" puede significar el final; para ella, en cambio, sólo fue un paso más para recorrer nuevos horizontes.
"Desde los 21 años he sido coreógrafa. Mi meta es que el espectador experimente lo que el bailarín siente. Deseo que vibren, hacer despertar esa sensibilidad", sostiene. Una emoción que se refleja cuando habla sobre la danza esa disciplina que no tiene un final, en la que siempre surge una nueva búsqueda.
En su exquisita trayectoria, Belfiore fue integrante de los elencos estables del Teatro San Martín y del Teatro Colón. En 1975 ingresó como primera bailarina al London Festival Ballet, hoy English National Ballet, en el que compartió numerosas producciones junto al célebre Rudolf Nureyev. Juntos bailaron, al frente de la mencionada compañía inglesa, en importantes teatros como el London Coliseum, el Metropolitan de Nueva York y el Kennedy Center de Washington. Sin embargo, cuenta que el momento en el que dejó oficialmente los escenarios para continuar con la disciplina desde otro lugar, no fue traumático. "Me realizo a través de lo que baila el otro. Mis movimientos se ven enriquecidos por el aporte del artista al que estoy ayudando a formar", agrega.
Con una carrera plagada de distinciones nacionales e internacionales, Belfiore desarrolló una invalorable experiencia como directora y docente. Dirigió las compañías del Ballet Oficial en Córdoba y Tucumán; y creó elencos privados, entre los que se destaca el original Ballet Concierto, en el que se formaron profesionales como Maximiliano Guerra y Julio Bocca. También participó como coreógrafa y repositora del Ballet Estable del Teatro Colón y del Teatro Argentino de La Plata. Actualmente se desempeña en el Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA), en el departamento de Artes en Movimiento, como profesora titular. La enseñanza y los nuevos movimientos constituyen hoy su mayor interés.
-¿Cómo es el proceso que adopta a la hora de desarrollar una coreografía?
-La genero desde el punto de vista interno, está basada en la espontaneidad y la sensibilidad. Nunca planifico el fin. El arte del ballet está edificado en el bailarín, prima fundamentalmente lo visual. Antes los coreógrafos eran más exigentes con sus rutinas, yo prefiero brindar mi trabajo y ver cómo el bailarín puede generar nuevas sensaciones a partir del mismo.
-¿Creés que la experiencia de un bailarín es imprescindible para que sea un buen coreógrafo y docente?
-Sí, aquello que uno no experimenta, no lo puede transmitir. Si no fuiste un bailarín sensible, no podés enseñar. Para ser pedagogo del arte, se tiene que entender lo que es "poner la piel" sobre el escenario.
-Esto también debe ser muy importante a la hora de formar las individualidades de cada alumno, para potenciarlas.
-Sin lugar a dudas. Hay que enseñar sobre la convicción de que el alumno puede hacerlo bien. En Argentina existen distintos tipos de cuerpos, no es como en Rusia donde los cuerpos son más parecidos. Es importante educar pensando que el dominio técnico lo puede lograr cualquiera y luego, dejar que fluya. Formar artistas es algo maravilloso. Existe mucho prejuicio sobre la contextura y la capacidad de cada alumno. Hay que permitir que todos se expresen, no es posible saber dónde está el talento.
A medida que cuenta sus experiencias en la enseñanza y anécdotas sobre el escenario, su emoción parece crecer con cada recuerdo y cada idea. La danza es un arte que ocupa la mayor parte de su vida, y expresa su agradecimiento al respecto. "El arte es algo que requiere un especial estado de ánimo. El artista es un precursor, el vínculo entre la sociedad de todos los días y la sociedad ideal, es el que mira hacia el futuro", expresa.
Aunque el tiempo de la entrevista llegue a su fin, Belfiore no parece agotada, luego de cuatro días extensos del seminario que brindó a alumnos del IUPA. Su necesidad de expresarse contagia hasta al menos interesado y, mientras se despide, cuenta su visión sobre la disciplina que disfruta cada día: "Hay que tener un espíritu idealista para perseguir algo tan efímero como la carrera de la danza. Por eso es importante incorporar todos los conocimientos en la juventud para poder brindarlo en la plenitud. Así uno logra una entrega total". Algo que a ella, definitivamente, le sobra.
"Para ser pedagogo del arte se tiene que entender lo que es ´poner la piel´ sobre el escenario", dice la bailarina.