Quizás por el tamaño de su voz uno suele imaginar a las personas enormes. Liliana Herrero suena gigante, aunque es menuda en persona. Pero sus gestos, su tono, y cómo dice lo que dice, la hacen trascender incluso su cuerpo.
Relajada, poco antes de uno de sus shows en la región, ella pasa de la filosofía al folclore, de Mercedes Sosa a Fito Páez, de su música a sus clases en la universidad. De la modernidad a la antigüedad. Innovadora siempre, Herrero pasa por la región en una gira que la trae a presentar su último disco, "Igual a mi corazón". Eso hará esta noche y mañana, a las 21:30, en La Conrado Cultural, de Neuquén.
-Arrancaste con la filosofía antes del canto.
-Me fui a estudiar filosofía en el 67 a Rosario. Terminé la carrera y ejercí mucho tiempo; menos en el periodo de la dictadura. Pero después, en el 84, con la recomposición democrática, la universidad me convocó nuevamente. Del 90 al 94 fui directora de la carrera de filosofía, en la Facultad de Humanidades y Artes en Rosario.
-Recuerdo que en el 97, en un recital junto a Fito Páez, él te presentó como una profesora de filosofía que estaba empezando su carrera de cantante.
-Sí, de hecho yo me fui a vivir a Buenos Aires probablemente antes de ese concierto. Igualmente yo seguí dando clases. Viajaba cada 15 días a dar clases a Rosario hasta hace muy poco.
-¿Y cómo lo tomaban los alumnos?
-¡Me decían que me llamaba igual que la cantante!
-Has dicho en varias ocasiones que no adherís a la idea de la fusión...
-Es un concepto que mucho no me convence para pensar el arte. A veces da cierto hibridismo esta idea de la fusión. En cambio, el choque lenguajes, el encuentro de lenguajes entre universos distintos, géneros diferentes puede dar una obra. Puede, porque es difícil "arreglar", para usar un término musical. Yo no soy compositora y me recuesto en ese patrimonio cultural que tiene la Argentina. Y a partir de ahí hago algo con eso. El problema es menos que tema elegís y más que hacés con ese tema. De ahí puede surgir una voz nueva.
-¿Cuándo sabes que un tema está listo para ser grabado o para cantarlo, puesto que siempre estás reinventando canciones?
-Sí, incluso en el vivo. Cuando el arte entra en la rutina corre serios peligros. No sé cuándo me doy cuenta, depende del tema y hay temas que me gustan muchísimo y no les encuentro la vuelta.
-¿Lo interconsultás?
-Siempre trabajo con los músicos con los que voy a tocar o grabar, y aunque yo elijo las canciones, las ideas las discuto constantemente. Muchas cosas se te ocurren en el momento de la grabación. Grabar es un laboratorio extraordinario. O por el error a veces técnico. En "Igual a mi corazón", en la "Canción de las cantinas", había un cable apoyado no sé dónde y entonces en la grabación quedó un ruido, como un bajo continuo. Estaba perfecto y cuando lo escuchamos nos queríamos matar. Entonces se me ocurrió que como íbamos a comer un asado para festejar, se podían colgar tres o cuatro micrófonos aéreos y grabar el asado de manera que quedara como si fuera una cantina. No creo francamente que ningún músico no haya cantando en una cantina donde todos comen y nadie te escucha...
-No te gusta la idea del World Music.
-No me gusta la idea de la música universal, yo creo que hay territorios, hay géneros. También hay países, zonas, que producen un choque de lenguajes. El World Music no me gusta. Porque la música tiene una geografía y un territorio cultural y político. Una memoria. Uno puede conversar y dialogar con otras músicas, pero creo que hay territorios. Me parece que estamos al borde del turismo musical.
-También hay una suerte de modernidad en lo que hacés, y se refleja en el hecho de que hay gente joven que te sigue.
-No lo hago para eso. La verdad es que en eso soy profundamente egoísta; no hago los discos ni los conciertos pensando en la gente. Pienso en cómo está mi garganta; en qué cosas puedo cantar; qué tengo ganas de cantar y después, si se produce una emoción colectiva, bien. Pero cuando la música se renueva se renuevan los públicos. Cuando se renuevan los públicos se renueva el oído, y por lo tanto se renueva la vida. Nunca pensé en cómo va a caer o si va a gustar un disco. No me gusta pensar en esos términos, me parece que la música corre riesgo ahí. Salvo que tengas un pacto muy escandaloso con el mercado.
-¿Cómo definirías tu último disco?
-Tiene muchos planos, mucha textura, mucha sonoridad. Un disco de una gran diversidad sonora y temática. La forma que encontré para ligar estos temas fue esta expresión "Igual a mi corazón" porque pienso que los corazones humanos son así, tienen muchos planos, muchas texturas, muchas cavidades. No hay corazón plano y transparente que piensa eso y eso es lo que hace. No. Podemos sustituir la palabra corazón por alma, espíritu o lo que ustedes quieran. Es una expresión que saqué de "Chañarcito" de (Carlos) Guastavino. Es una idea mimética que está en el folclore argentino: lo que le ocurre a la naturaleza también le ocurre al corazón de las personas: "Chañarcito que tantas espinas tienes, igual a mi corazón entre espinas se sostiene". El tema es la relación entre el mundo humano y el mundo natural, rota hace muchos años por la modernidad. Así que habría que pensar bien ese concepto de modernidad. Porque la modernidad realizó esa ruptura terrible, y a partir de ahí no sé cómo vamos a volver a recuperar esa idea. A mi me interesa más esa idea. En definitiva no soy moderna soy antigua. En ese sentido.
-¿Y en el otro?
-En otro me permito la renovación, la experimentación, que también es un rasgo de la modernidad. Me permito la prueba.
-¿Escuchás música en inglés?
-Escucho rock, jazz... escucho muchas músicas. También mucha música clásica.
-Porque hay un matiz roquero inglés en tu música.
-Puede ser, yo he escuchado mucho el rock argentino que conozco bien. También hay grupos como los Rolling Stones que me encantan. Elvis Costello es música que me interesa mucho. Joni Mitchell, sin ser una cantante de rock, entre el jazz y el country.
-¿Y no te animarías a hacer algo de rock o jazz?
-Jazz he hecho, he cantado como si fuera jazz. Temas de jazz no. Yo puedo cantar lo que sé y abajo puede sonar lo que quieran.
-¿El folclore es lo propio?
-Es lo propio si estamos dispuestos a pensar a los grandes autores de nuevo. No es una cárcel. Es conflicto, no es obligación. El folclore no me obliga a nada. En todo caso me obliga a mi a escarbar ahí a ver si hay nuevas voces que me hablen a mi de nuevo. No es un culto a la identidad.
ON LINE:
La entrevista con la cantante Liliana Herrero, de la que también participaron Natalia López y Gastón Acosta, puede verse completa en la versión on-line del "Río Negro": www.rionegro.com.ar/diario/2009/10/09/1255134631.php