Herta Müller vivió como miembro de una minoría alemana en Rumania una niñez plagada de miedos que relata de forma impresionante en sus obras.
Pero su última novela, "Atemschaukel" se centra en su destino personal. El tema fue tabú durante años en Rumania: la deportación de decenas de miles de rumanos de origen alemán a finales y después de la Segunda Guerra Mundial a la Unión Soviética. También la madre de Müller pasó cinco años en un campo de trabajo.
Müller está nominada con este libro para el Premio Alemán del Libro, que será concedido la próxima semana.
La novela, calificada por algunos críticos de obra maestra, tiene por protagonista a Leo, un chico de 17 años que cuenta el infierno de cinco años que pasó en un campo de trabajo soviético. Leo está acompañado por su "ángel del hambre", que lo tiene agarrado del cuello constantemente: "Quería comer despacio, porque quería disfrutar más tiempo de la sopa. Pero mi hambre estaba sentado como un perro delante del plato y se la tomaba".
La novela se basa en charlas de Müller con antiguos deportados y en especial, en los textos autobiográficos del escritor rumano Oskar Pastior, que murió inesperadamente en 2006, y con el que Müller proyectaba publicar un libro. En el epílogo, Müller admite que le costó "abandonar el nosotros y escribir sola una novela". Sin los detalles de Pastior del día a día en el campo soviético no podría haber escrito la novela, dijo. Müller asumió la pesada carga de elaborar en forma literaria las experiencias extremas de otros: el hambre permanente en medio del trabajo forzado, el cautiverio .
La escritora, pudo con ello merced a su maestría de lenguaje. Su lenguaje desarrolla una fuerza casi lírica cuando cuenta, por ejemplo, de forma sobria y detallada, el horror de cargar sacos de cementos. O cuando Leo describe cómo el abogado Paul Gast le roba sistemáticamente la ración de comida a su mujer hasta que ésta se muere de hambre.
"Hay palabras que hacen conmigo lo que quieren", escribe Leo y relata cómo poco a poco va perdiendo la nostalgia y el sentido de ella. La pérdida de la individualidad y la humanidad no es lapidaria, sino siempre sobria, con gran claridad de palabras y profundo sentimiento. Incluso cuando todas las diferencias entre los hombres y las mujeres desaparecen porque hay un solo tema: "Mi relación con el mundo es la comida".