Al igual que la alegría, la ira, el miedo o el asco, la tristeza se configura como una de las emociones básicas de todo ser humano.
La pérdida de un ser querido, de un trabajo o una separación pueden desencadenarla y su principal característica es decaimiento moral, producto del incumplimiento de nuestras expectativas en circunstancias de vida en las que predomina el dolor por sobre la alegría cotidiana.
Frecuentemente la tristeza va acompañada por el llanto, expresiones de dolor en el rostro y el abatimiento. Los seres humanos lo son porque, entre otras cosas, son capaces de experimentar este sentimiento frente a la pérdida de un ser querido o ante situaciones dolorosa individuales o colectivas, como una guerra por ejemplo.
A través de la tristeza la persona se identifica con el dolor del otro, pero también comunica que se está sufriendo, a través de gestos y de la afectación del semblante.
La depresión, por lo contrario, es la expresión de una patología que, según la definen hoy los psiquiatras, se caracteriza por la suma de al menos cinco de los siguientes síntomas: estado de ánimo triste y vacio la mayor parte del día, disminución marcada del interés o la capacidad para el placer en casi todas las actividades de la vida, pérdida o ganancia importante de peso con disminución o aumento de apetito, insomnio o hipersomnia, agitación o enlentecimiento motriz, fatiga o pérdida de energía casi cada día, sentimiento de inutilidad culpa excesiva e inapropiados, autorreproches, indecisión, falta de concentración e incapacidad de pensar claramente, y pensamientos recurrentes de muerte e ideación suicida.
Para que realmente sea depresión, todos estos síntomas deben persistir por al menos 60 días y no deben estar relacionados con un duelo.
"Freud sostenía que el enfermo de melancolía, el depresivo, se comportaba como alguien triste, que lo muestra como quien ha perdido algo muy importante pero que no se sabe, a ciencia cierta, de qué se trata. Seguramente, conjeturaba el fundador del psicoanálisis, se trata de un ataque al ideal, algo que afecta, por así decir, al ´amor propio´, algo o alguien que bien podría representar un baluarte narcisista", señala el médico psiquiatra y psicoanalista Harry Campos Cervera, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y magíster en Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad Favaloro.
Medicalización de la vida cotidiana
La depresión, explica Campos Cervera, deviene de no poder satisfacer una expectativa ideal. "Desde un punto de vista evolutivo se podría pensar que el melancólico se ´retira a cuarteles de invierno´ hasta que la posibilidad de recuperar la supuesta condición perdida se restablezca. Ocurre que la exigencia contemporánea de un ´mundo feliz´ lleva en muchas ocasiones a medicalizar los males de la vida cotidiana intentando lograr un ideal sin sufrimientos. El resultado es la pérdida de los matices vitales y el aplanamiento de las emociones. Hay teorías que atribuyen incluso parte de la crisis de los mercados al uso indiscriminado e inapropiado de antidepresivos que enmascaran emociones protectoras como el miedo y la angustia lo que llevaría a asumir riesgos desmesurados sin experimentar ningún tipo de freno", asegura.