Participó del seminario el médico ginecólogo brasileño Jefferson Dresset, director del Servicio de Aborto del Hospital Pérola Byington, de San Pablo.
El médico destacó que en aquel país fueron los ginecólogos los que se movilizaron para hacer realidad lo que estipulaba la ley, pero que no se había cumplido a lo largo de 50 años.
En Brasil, donde a una mujer violada se le reconoce el derecho de interrumpir ese embarazo no deseado desde 1940, el primer aborto hospitalario se hizo en 1989 y desde entonces los servicios en todo el país fueron creciendo. Según una medición del 2006, actualmente existen 702 ciudades con al menos un servicio de aborto. En el Hospital Byington se realizaron 705 interrupciones del embarazo entre 1994 y 2008, el 27% entre niñas y adolescentes, y en ningún caso hubo complicaciones ni muertes.
Dresset comentó que el 95% de los abortos inseguros, que se realizan en condiciones clandestinas y en condiciones riesgosas para la salud, se realizan en países subdesarrollados.
Uno de los ejemplos más contundentes que mostró fue el de Rumania, donde el aborto fue penalizado en 1966 bajo el régimen de Nicolás Ceausescu. La consecuencia fue el aumento de la natalidad pero también de la mortalidad de mujeres debido a los abortos inseguros. Cuando en 1989 el aborto fue nuevamente legalizado, la tasa de muerte materna descendió abruptamente.
Muchas de esas interrupciones inseguras del embarazo derivan en consecuencias graves para la salud de las mujeres y muchas otras en muertes: según datos de la Organización Mundial de la Salud -afirmó Dresset- cada siete minutos muere en el mundo una mujer como consecuencia de un aborto inseguro.