Una nueva referente de la canción cubana está en la Argentina y llegará a Neuquén presentando su último trabajo "Haiku", tercero solista, mezcla de rock, jazz, sonoridad brasileña y ese especial sabor cubano que pasa por la rumba, la trova, el son o el feeling.
Yusa, en bajo y voz, se presentará el sábado próximo a las 22 en el Teatro Español de la capital neuquina, y al día siguiente, a la misma hora, en el Centro Cultural Cotesma de San Martín de los Andes, acompañada por la percusión y la voz de Facundo Guevara y Mariel Barreña en teclados y voz.
Sus originales ideas musicales la convirtieron en una de las grandes figuras del panorama sonoro actual. Hay mucha energía en el cuerpo de esta morena y espigada muchacha, que se transmite a sus composiciones e interpretaciones, la hace volar hermosa en cada melodía, en cada punteo de las cuerdas que toca.
"No es nada casual, para mí es un modo de vida. Desde que tengo uso de razón hago música. Parece que gusté de ella ya de niña, según mi mamá; dice que siempre pedí guitarra. Había unos vecinos en Buena Vista, muchachos jóvenes cuya madre me cuidaba a mis dos años, tres, que tenían guitarra en su casa. A los cinco o seis empecé tocarla por imitación. Y seguí así hasta que ingresé al conservatorio; me mudé al este de La Habana, a Alamar, donde sigue viviendo mi papá y pasé la mayor parte de mi vida frente al mar, en una zona de costa y edificios", cuenta la cubana.
"A mí me gusta mucho bailar también. Incluso me agradaría ser más libre aún a la hora de tocar y mover mi cuerpo porque me encanta, me fascina la danza. Siempre me gustó moverme, siempre. Y el bajo, por ejemplo, que para mí es como de tierra, mueve mi cuerpo a un nivel inconsciente porque nunca me doy cuenta de ello. Incluso, cuando me veo, me parece espantoso por todos los movimientos que hago. Me encantaría hacerlo libremente sin que entorpezca lo que estoy tocando, la ejecución. Eso es muy difícil, lleva mucho entrenamiento", agregó.
Yusimil López Bridón nació en 1973 en La Habana y cursó la Escuela de Música Manuel Saumell, el Conservatorio Amadeo Roldán y el Instituto Superior de Arte. Estudió tres con Efraín Amador y se convirtió en la primera graduada de ese instrumento.
Además, toca guitarra, bajo y piano. Su riqueza compositiva quedó en los compactos "Yusa", "Breathe" y el DVD "Yusa live at Ronnie Scott´s". Participó del álbum recopilatorio "Cuba 21" lanzado en el Brasil.
-¿Qué emociones recordás de los primeros años cuando tomabas el instrumento?
-Hasta llegar a la escuela tenía una sensación más lúdica respecto del instrumento. Mi relación con la guitarra era totalmente empírica. En el conservatorio se me abrió un mundo de posibilidades tan grande que cada vez que pienso en esa etapa de mi vida, siento la maravilla de empezar a amar, a darme cuenta objetivamente de qué cosa era la música. Y todavía no lo sé bien porque es un concepto subjetivo. Hablar de sonido, de tiempo, lo es porque la música funciona totalmente espiritual. En cuanto entré en la escuela, fue tan maravilloso encontrarme con el solfeo, con las estructuras, las formas de las escuelas musicales... se me abrió un campo de conocimiento respecto de los géneros y de los estilos. Me di cuenta de que eso era lo mío.
-Tocaste con distintos músicos y de varias nacionalidades que parecen ser tus hermanos.
-Con los que he trabajado hasta hoy mismo son personas con las cuales suelo tocar normalmente. Los músicos del trío de jazz son coterráneos y como en Cuba hay muchos, puedo trabajar con todos. He hecho conciertos hasta con 36 colegas en escena; con cuerdas, con secciones de vientos, un súper recital con músicos soñados, dos bateristas, dos pianistas? Me he dado el lujo de reunir formatos diferentes según el estado y concepto de cada espectáculo, de cada etapa. No creo en la casualidad ni me han regalado nada. Soy la consecuencia del trabajo que he hecho, de lo que soy, de mi tradición, de lo que leo y escucho. Eso también es parte de mi educación. Pero al mismo tiempo sé que eso es lo que somos. Todos tenemos un don especial, algunos poseen la dicha de hacer algo con un poco más de visibilidad que otros. Pero no soy más importante que otros. Somos lo mismo. Algunos podemos llegar a otras personas e influir en muchas cuestiones que suceden en países, en sociedades. Ésa es la parte que me corresponde, en la cual sí soy totalmente autosuficiente. No quiero equivocarme en el sentido de creerme algunas cosas. Yo sé la que soy. No es mucho ni poco, simplemente espero que todo lo que hago tenga alguna utilidad. Ahí es adonde voy.
-El bajo no es un instrumento femenino, digamos, y sin embargo en tus manos parece que las cuerdas fueran más delgadas; las tocás con rapidez y soltura.
-No tanto, no tanto. Me gusta tocarlo pero realmente quisiera tener más tiempo para dedicarle porque los instrumentos son herramientas y necesitan también estudio. Me gustan muchos pero el día sólo tiene 24 horas y no da para dedicarle todo lo que se merecen. Para la constitución de una mujer el bajo es pesado. Hay varias colegas que tocan contrabajo, Esperanza Spanding es una y sé que hace ejercicios para corregir tensiones. Para mí es mortal cuando termino de tocarlo y no hago ejercicio, me matan los dolores de espalda.
EDUARDO ROUILLET