Lionel Messi regresó a su tierra natal, jugó su primer partido oficial allí y quedó en deuda. La Pulga estuvo lejos, lejísimo del nivel que muestra en el Barcelona y cada una de sus intervenciones estuvieron marcadas por el individualismo. Ganador en su club, por ahora con la albiceleste le faltan muchas materias por aprobar.
El crack argentino sintió la responsabilidad ya que en la previa todo el mundo (Maradona incluido) lo llamó a ser quien definiera un partido determinante para las aspiraciones de Argentina.
Pero Lio nunca consiguió escaparle al cerrojo defensivo que le presentó el scratch en los últimos 20 metros y, obre todo, nunca pudo (o buscó) encontrar un socio.
Sólo un disparo al arco en cada tiempo y un par de apiladas que se perderán en la memoria determinaron la noche de un Messi que volvió a Rosario sin penas ni glorias.
En la batalla de las "constelaciones", Kaká le ganó ampliamente a La Pulga. El volante-delantero bresileño se movió con sagacidad y destreza, aguantó decenas de faltas y patadas, y fue determinante en los últimos metros, donde Brasil lo necesita. Donde Messi no logró influir en todo el partido.
Kaká mantuvo un duelo aparte con Mascherano, mostró sacrificio, recibió una amonestación que le impedirá estar con Chile y en el segundo tiempo manejó los hilos del juego, a gusto y placer.
Así, a los 21, aguantó la carga de Masche y clavó la última estocada que terminó en el segundo gol de Luis Fabiano. El 3-1 definitivo y doloroso.