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  Martes 01 de Septiembre de 2009  
  » Sociedad  
  Roca antes y después de los aluviones  
Por Ana María Alonso
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Este nuevo aniversario encuentra en Roca una ciudad ordenada,  limpia, tranquila, sin mayores sobresaltos que los propios de la vorágine de su  crecimiento, comunes a la mayoría de los municipios vecinos. Pero cuarenta años atrás la calidad de vida era otra.


 El peligro desde los orígenes mismos de la ciudad

 La historia es conocida, pero vale la pena refrescarla. Dicen que,  
apurando su tazón de mate cocido, una fría mañana de invierno  el  
padre Alejandro Stefenelli discute con vehemencia con  el coronel  
Rohde -jefe de la guarnición militar-   sobre la reedificación del  
pueblo arrasado por la crecida  del río Negro del 19 julio de 1899:  
“¡Llévelo nomás al pueblo a donde usted quiere. Las avenidas de las  
bardas se lo van a arrasar!”  A su alrededor todo era desolación y  
ruina, pero el espíritu de los soldados y los colonos del pueblito  
incipiente se mantenía firme y animado.  Habían venido al desierto  
a cumplir una misión con sentido de futuro, y la reconstrucción del  
pueblo era una firme decisión. Habían logrado hasta entonces una  
comunidad organizada, aun en medio de sus penurias y escaceses. Ya  
tenía muchos edificios, algunos de reciente construcción como la  
Comandancia, casas de comercio, sus casas de adobe,  colegio y una  
incipiente colonia pastoril.
 Con la mayor diligencia, poco más de dos meses después, el 25 de  
setiembre de 1899 el Poder Ejecutivo nacional  aprobó oficialmente  
el  emplazamiento del “pueblo nuevo”. Los inundados de 1899 se  
empeñaron en construir desde entonces  una población que marchase a  
la vanguardia del progreso patagónico, esta Roca que hoy disfrutamos.
 Imaginemos a ese puñado de náufragos, ciento diez años atrás, con  
lo puesto y ubicados sobre los enormes medanales en la que descansa  
la meseta agreste : ¡ni cerca ni lejos del río traicionero!
 El pronóstico del cura tuvo una lamentable confirmación durante   
más de medio siglo: el nuevo caserío  se alejó del río por temor a  
la inundación, y se reedificó en medio del torrente que descarga  
las avenidas del río seco de la planicie Norte de la ciudad.  Esa  
admonición indica que ya en 1899 se conocía su existencia, al pie  
de cuyo “cono de deyección” de todos los torrentes  del Valle del  
Río Negro Superior fue emplazado peligrosamente el pueblo  nuevo de  
General Roca,  al pie del gran zanjón.


 Crónica de los desastres anunciados

 Esta nota, reconstruida través de la valiosa información que brinda  
el archivo histórico de este diario  y de testimonios de viejos  
vecinos y recuerdos propios de una infancia lejana,  pretende ser  
un relato para las nuevas generaciones y para los nuevos vecinos  
que Roca acogió y  que hoy transitan tranquilamente por las calles  
céntricas de la ciudad aun cuando haya un cielo amenazante o  
lluvias copiosas. También un recordatorio nostalgioso para los que  
nacimos y nos criamos en este pueblo conviviendo con los aluviones.  
Y de cómo tras muchos años de desazón  y de muchas movilizaciones  
vecinales estériles ante cada evento (más de 23 desastres con  
consecuencias muy graves desde el nacimiento del “pueblo nuevo”),   
se pudo lograr en 1969 la terminación de las obras de defensa.
 También la prédica de este casi centenario diario  fue constante  
desde su misma fundación en 1912, a través de  numerosos  
editoriales. Y sobre todo cuando la desaparecida Intendencia de  
Riego persistió en proteger el Canal Grande  a expensas de la  
seguridad del vecindario, realizando un acueducto frente a calle  
Maipú por donde se canalizaban las aguas de la planicie,  
convirtiendo en un lamentable lodazal a la ciudad aun cuando caían  
unas pocas gotas.
 Desde la propia fundación del “pueblo nuevo” hasta fines de la  
década del sesenta fue mucha la  angustia y la zozobra cada vez   
que  el cielo se presentaba ennegrecido por nubes amenazantes y  
truenos roncos que presagiaban  lo peor. Y cuando empezaba a sonar  
la sirena de  los Bomberos Voluntarios (cuerpo creado en 1949),   
una tras otra hasta cinco toques,  había que rezar y esperar que  
los daños “esta vez” fueran menores que la última:  cinco sirenas  
era ¡aluvión, viene la creciente!  La gente corría a refugiarse a  
su casa lo más rápido posible, a poner bolsas de arena a la entrada  
o compuertas- que ya formaban parte de los enseres del galpón a la  
espera de su próximo uso-; a acopiar alimentos, velas,  a retirar  
los chicos de la escuela o a retirarse del trabajo, a bajar las  
persianas de  los comercios. Algunas veces era una falsa alarma,  
pero bien valía la pena el resguardo.
  A lo mejor no llovía en el  pueblo, y ese era el  peor miedo, que  
estuviera lloviendo  arriba, en la barda norte. El carácter  
sorpresivo era la mejor definición del fenómeno. Y tras la lluvia  
calurienta y pegajosa venía con todo su furor  el aluvión de la  
planicie, así, sin avisar. Bajaba por calle Maipú, que se tornaba  
en una avenida barrosa de piedras, cardos rusos, enseres de  
viviendas arrasadas,  mugre, y se desdoblaba por Nueve de Julio y  
todas las calles paralelas y transversales, Don Bosco, Santa Cruz,   
cruzando a veces  las vías cayendo como catarata hacia el sur del  
pueblo en los  más trágicos.
 La ciudad quedaba cubierta con más de un metro de arena en las  
calles, en las veredas,   en los patios y en las  habitaciones. En  
los peores aluviones,  decenas de viviendas precarias quedaban  
derruidas a su paso, puentes y canales de desagüe  rotos, basura,  
autos dados vuelta por la furia del barro, cañerías partidas,  
postes de luz caídos, la mercadería de los comercios arruinada si  
tenían sótano. Plantaciones arruinadas en las chacras afectadas. Y  
muchas vidas humanas. Las fotografías del archivo de este diario  
son el mejor documento.
 Cada aluvión era un advertencia aleccionadora y un nuevo motivo  
para recordar con explicable amargura que todos los gobiernos,  
desde los comienzos mismos del pueblo, no habían podido hacer nada  
definitivo que conjurara ese peligro. Peligro que se cernía sobre  
la vida y los bienes de los roquenses. Las pérdidas eran  
millonarias. Y luego lo de siempre: colectas  solidarias para  
ayudar a los  evacuados que se quedaron sin nada , donaciones,  
festivales, la limpieza del pueblo - llevaba semanas remover tantas  
toneladas de arena-  graves peligros sanitarios porque cedían las  
cámaras y los pozos ciegos.  Y tras ello, nuevos o reflotados  
estudios técnicos impecables, proyectos y más cálculos  sin  
ulterioridad práctica, archivados en algún cajón de la burocracia  
estatal  por falta de partidas presupuestarias. Entre ellos el de  
1950 realizado por Agua y Energía (incluido en el primer Plan  
Quinquenal del Justicialismo, ver aparte “La gaffe del presidente  
Perón ...”); el de la
 primera gestión  entre 1956 y 1957 del Comisionado Municipal  
ingeniero Próspero Saint Martin; el valioso informe en 1958  del  
ngeniero de montes español García Nájera, de la FAO,  a pedido del  
gobierno nacional; el estudio que hizo el ingeniero Honorio Cozzi  
en 1960 por encargo del entonces presidente del Consejo Municipal  
José Enrique Gadano, el del ing. Maulini.También por ese interín   
se pavimentaron las calles “canales” Maipú y Nueve de Julio, obras  
que formaban parte del proyecto principal, que palió   
sustancialmente el problema pero no la solución de fondo. Todo era  
“esperar contra toda  esperanza”, como tituló este diario un  
editorial en 1958.

 Los gobiernos municipales  poco podían hacer para encontrar la  
solución de fondo. Era mucho dinero  que se necesitaba y mucho lo  
que se gastaba en poner al pueblo  otra vez de pie ante cada  
tormenta. Los gobiernos provinciales y nacionales tampoco. Y eso  
que Roca contribuía con muchos millones al fisco por su vigorosa  
actividad económica.

 Todo se diluía en promesas: inmediatamente del aluvión  se formaban  
comisiones Pro Obras de Defensa que  a la postre no lograban nada.  
Los telegramas de reclamo iban y venían a Viedma y Buenos Aires.   
Las visitas gubernamentales y los camiones con víveres para los  
damnificados.  Y así  hasta el aluvión siguiente. Todo era calcado  
una y otra vez.


 La movilización vecinal  de  1966 apuró las obras

  Una breve reseña cronológica permite palpar los ánimos de los  
vecinos una vez más para ver cómo se desencadenaron los hechos. El  
aluvión del 7 de noviembre del año 1965 había causado  innumerables  
daños materiales. Como siempre, desde el municipio se formó una  
comisión que realizaría  gestiones directas ante AyE en Buenos  
Aires, vía el senador roquense José Enrique Gadano,  y en diciembre  
dio un informe final: se construiría una presa frontal de tierra en  
el curso del Zanjón Roca,  a 4 km aguas arriba de la población, que  
cerraría la cuenca superior . Parecía otra promesa.
 Cuatro meses después, las fuertes lluvias de ese marzo de 1966  
causaban preocupación. Pero la  del  martes 29   produjo la  
catástrofe nuevamente, y esta vez fue más grave que nunca. Había  
que hacer algo de inmediato. Los roquenses, muy conmovidos  por la  
muerte de algunos de sus  vecinos, dejaron de pensar en la Fiesta  
de la Manzana que estaban organizando  (y que a la postre se  
realizó a fin de mayo) y  se autoconvocaron al día siguiente  
mientras la ciudad seguía paralizada: asueto administrativo, una  
semana sin clases, bancos y  comercios cerrados.
 En ese momento estaba Fabián Sour en la comuna como vicepresidente  
a cargo, por cuestiones fortuitas. Sucedió que el 12 de setiembre  
del año anterior, 1965,  se habían realizado elecciones municipales  
y el agrimensor Alberto Lorenzo Gadano, de la UCRP,  había  
resultado electo presidente del Concejo municipal,  junto a Jorge  
Sans como vicepresidente, y con Fabián Sour, José Manuel García  
(luego Elena Bou Abdo) y Héctor P. Echeverría como concejales  
oficialistas; y Marcos Lazzeri, Arturo Amadeo Llanos, Fernando  
Bajos y José Rodríguez, por el Justicialismo.  Apenas días después  
de asumir  las nuevas autoridades municipales el 12 de octubre de  
1965 , Sans fue convocado por el gobernador Nielsen para hacerse  
cargo del flamante Ministerio de Obras Públicas en su nuevo  
gabinete, subiendo entonces Fabián Sour como vice en su reemplazo y  
e incorporándose la señora Raquel deToro de Ferrari por la UCRP,   
quien seguía en la lista. Dos meses después, una grave enfermedad fue
alejando a  Alberto Gadano de la gestión comunal, hasta que el 4 de  
mayo de ese año 1966  fallece a la temprana edad de 48 años. Sus  
exequias, según cuenta la crónica periodística, fue una imponente  
demostración de pesar y por ello se suspendió por segunda vez la  
Fiesta Nacional de la Manzana. Debido a estas circunstancias Sour  
estaba a cargo de la comuna .
 Pero volvamos al aluvión de fin de marzo de 1966. El mismo Sour   
había sufrido pérdidas cuantiosas  en su comercio,  pero aun así  
permaneció al frente del municipio desde el primer día. Entrada la  
noche y llegando como podían, ese primero de abril los vecinos  se  
reunieron en la sede de la Biblioteca Julio A. Roca en numerosa  
asamblea.   Se escucharon opiniones enérgicas para que ni un día  
más se dilate  la búsqueda de la solución al problema. Querían  
dormir tranquilos!   De madrugada se designó una comisión técnico- 
económica que buscaría la forma de financiar la obra, marginando en  
lo que fuera posible la intervención estatal, dados los  
antecedentes. Integraron esa Comisión Vecinal Provisoria los  
ingenieros Juan Maulini y Federico Horne;  el médico Julio Ruiz,   
Leocadio Sánchez (presidente),  Antonio Castaño (secretario),   
Manuel Presas, Angel Suárez, Pablo Fermín Oreja, Mauro Gargini  
entre otros. Las reuniones eran diarias, en la CAIC, y emitían
 comunicados numerados para ir informando  de la gestión. En la del  
2 de abril estuvieron el gobernador Carlos Nielsen y el senador   
José Enrique Gadano, quienes escucharon  junto a los vecinos  a los  
funcionarios de AyE Pronsato y Saravia,  y al agrimensor Cosme Gayá  
y Enrique  Gianolini, jefe y subjefe de la Intendencia de Riego  
Zona V.
 Nielsen ya había encomendado urgentes gestiones en Buenos Aires  a  
su ministro de Obras Públicas Jorge Augusto Sans, quien se  
entrevistó con Conrado Storani, presidente de AyE y luego  
Secretario de Energía y Combustibles. Storani le dijo que  había  
pedido al Congreso una partida de 100 millones de pesos para poder  
comenzar las obras largamente proyectadas, cuyo costo sería de  280  
millones, gestión que a la postre fracasó: el Congreso, días  
después,  luego le dijo que no.   Se enviaron telegramas a Nación  
(presidente Arturo Illia), en fin,  las mismas gestiones de  
siempre.  El 3 de abril la comisión fue recibida por los técnicos  
de AyE en Roca:  Cosme Gayá, Antonio Pronsato,  Ricardo Sarabia y  
Gianolini.  Como decíamos más arriba, los estudios sobraban, seguía  
faltando el dinero. En la reunión del día 4 de abril la Comisión  
Vecinal siguió con su análisis, descreyendo  de la incorporación en  
el presupuesto nacional de una partida dada la experiencia de los
 antecedentes pero apoyando toda gestión conducente “a lograr se  
hagan efectivos los fondos”.
 Mientras, otro grupo de vecinos pedía al Deliberante la  
constitución de una comisión municipal permanente que entregue y  
administre los numerosos fondos reunidos  para los damnificados.   
Eran tiempos políticos ásperos, y posibilidades  de  clientelismo  
y  de   discrecionalidad en el manejo de dineros públicos enervaban  
los ánimos de uno y otro lado del espectro político. Se llamó  
Comisión Asesora de Defensa contra Aluviones e informó prolijamente  
del destino de las donaciones, previas encuestas realizadas por  
docentes y asistentes sociales voluntarios. Las tensiones hacían  
aflorar malestares subyacentes por donde pasaba la línea  
oficialismo-oposición. Este diario editorializó “El hábito de pedir  
y la decisión de negar” por esos días.
 El 06 de abril se convocó a  una gran asamblea en Club Italia Unida  
donde estuvieron representantes de diversas instituciones: Sociedad  
Italiana, CAIC, Sociedad Libanesa, Sociedad Israelita, Asociación  
Patriótica Tiro Federal, Círculo de Amigos Bahienses, Club de  
Leones, Club del Progreso, Apycar, Rotary Club, entre otras,  
participantes también en las gestiones de 1954, lo que demuestra el  
gran compromiso y responsabilidad social de esas instituciones  
desde siempre. La crónica periodística denota que era tanta la  
premura  que hasta  se habló de realizar las obras por parte de la  
municipalidad, de solventarla los vecinos frentistas, de pedir  
colaboración al Batallón de Neuquén para el movimiento de tierras,  
etc.  Parecía que  esta  vez las voluntades se mostraban más firmes  
que nunca. En el Comunicado Nº 5, la comisión habla ya de dos  
anteproyectos: el conocido del embalse, y el del sistema de bordos  
y forestación complementaria. Comunicado que luego originó otro
 inmediato  de AyE con fuertes contrapuntos,  y una posterior  
ratificación de la Comisión Pro Obras de sus dichos , con verbo duro.

El 10 abril  trajo  un nuevo aluvión.  Aún bajo los efectos del  
calamitoso desastre del 30 de marzo, la ciudad  tomó el aspecto  
patético que ofrece una ciudad alarmada en tiempos de guerra. A  
ello contribuyó el lúgubre sonido de las sirenas del cuerpo de  
Bomberos ante una nueva avenida de las aguas  cuyas consecuencias  
nunca podían preverse. Esta vez se sumaron daños de incalculable  
volumen en la empresa AyE: parte del puente de calle Maipú cayó  
sobre el canal de riego . Y hubo pérdidas millonarias del ente por  
la no generación de las usinas al  no haber agua en el canal  
principal y quedar  tapado de arena en varios kilómetros.

 Simultáneamente, en la barda norte AyE de la Nación comenzaba los  
trabajos de relevamiento topográfico a unos 4 km de la ciudad  
pactados tras el aluvión de diciembre.  Los ingenieros Julio  
Porrino y Antonio Granero Hernández, integrantes de la comisión  
designada por dicho ente,  invitaron a un cronista de este diario  
el 11 de abril a recorrer el campamento y dieron abundantes  
explicaciones técnicas del terraplén a construirse, previendo que  
los estudios geológicos demandarian 15 ó 20 días más.
 El día 13 de abril se realizó otra numerosa asamblea en Italia  
Unida que duró seis horas.  Leocadio Sánchez dio por abierta la  
reunión : “no nos interesa que  las obras las realice la provincia,  
la municipalidad o los vecinos,  pero que de una vez por todas se  
planten con los derechos que les asisten para que las hagan. Esa es  
nuestra meta. Ustedes decidan la conveniencia de seguir o no en el  
empeño”, ya que la tarea de la comisión provisoria estaba  
concluida. Pablo F. Oreja, a su turno, destacó la independencia de  
la comisión vecinal más allá de las consultas a los expertos  e  
informó que se adoptaba el sistema de “bordos” o terrazas por ser  
de mayor viabilidad y economía en vez del embalse. Y que AyE no  
tenía los fondos para realizar las obras ni los tendría en el  
futuro. El sistema de “bordos” (contención del escurrimiento  
pluvial por abordamientos)  y de bajo costo,  había sido explicado  
prolijamente  a la Comisión Vecinal por el ingeniero Federico
 Horne, de aquilatada experiencia en obras hidráulicas adquirida en  
el exterior.
 Un cerrado aplauso dio por concluida la asamblea  casi a las tres  
de la mañana. Ahora se formaría la comisión definitiva con la  
incorporación de nuevos vecinos: Rolando Bonacchi, Eduardo Cardín,  
asesores legales; escribano Rafael Lasala, y señores Del Bello,  
Olivares y Jorgensen. Y con el pedido expreso de los asambleístas  
de que los integrantes no participen de ningún cargo de los  
previstos por ordenanza a fin de mantener la libertad de acción   
como “única comisión vecinal auténtica y representativa”.
 El 14 de abril visitó Roca el subsecretario del M.O.S.P de la  
Nación, Jorge Stolkiner. Tras una visita por la zonas más  
afectadas, entre ellas el puente sobre Maipú y  el barrio Tiro  
Federal ,  dijo que  en ese momento la secretaría de Obras Públicas  
de la Nación  no tenía el dinero para las obras, pero que de alguna  
forma el gobierno nacional encararía directamente el problema. “Yo  
no sé si a los legisladores nacionales les gustan las manzanas  
porque -la verdad- ustedes son mirados con mucha simpatía en las  
esferas nacionales porque sus problemas son solucionados en una  
medida que no logran a veces ni las provincias denominadas  
grandes”, dijo Stolkiner en tono jocoso. El Congreso Nacional  
debatía por esas horas la viabilidad del complejo hidroeléctrico El  
Chocón-Cerros Colorados,  y el presupuesto nacional con mucho atraso.
 Obsérvese que dos iniciativas, una privada, la de los vecinos, y  
una estatal trataban, sin confluir, de solucionar un mismo  
problema. Aún con las calles enlodadas, cuánto desencanto habría en  
los primeros!

 El golpe militar, la licitación  y la  finalización de las obras

 Transcurría mayo de ese 1966  y las gestiones seguían más aceitadas  
que nunca. El 16  el agrimensor Gayá presentó en la municipalidad  
la maqueta  del proyecto terminado. La buena nueva vino con el  
senador Gadano: el lunes 30 , en una reunión en la municipalidad  
con la participación de todos los involucrados,  informó de sus  
gestiones en Buenos Aires: en quince días se llamaría a licitación,  
y se incorporaría al Presupuesto  nacional una partida inicial de $  
100.000.000, del valor estimado en 265 millones a que ascendía el  
total de la  obra. El resto, la provincia y el municipio en una  
porción menor.
 Las cosas parecían encaminarse definitivamente, pero un nuevo  
cimbronazo hizo desvanecer las esperanzas  con la destitución del  
presidente Illia y su vice Carlos Perette mediante el golpe militar  
del 27 de junio,  la disolución del Congreso Nacional,   las  
legislaturas provinciales y los consejos municipales;  la  
proscripción de toda actividad partidaria, la imposición del Acta  
de la Revolución Argentina por encima de la Constitución Nacional,  
y la posterior asunción de Onganía dos días después, iniciando un  
gobierno autoritario y centralizado.
 El 12 de agosto el Comodoro Luis H. J. Lanari asume como gobernador  
de la provincia, y el ingeniero Próspero Saint Martin como  
comisionado municipal por tercera vez. Días después la Comisión  
Vecinal  dispuso suspender sus gestiones “dadas las circunstancias  
adversas que se le presentan para continuar su cometido”. Los  
vecinos insistían en una defensa en base al sistema de “bordos” o  
terrazas, más rápido y económico,  mientras AyE realizara la gran  
obra proyectada, el dique de “atenuación”. Entendían que la  
población quedaba desprotegida tres años más hasta que se  
finalizara  el mismo.
 Saint Martin, eficaz  gestionador, logró que en diciembre de 1966  
las obras quedaron adjudicadas a la empresa Carlos A. Bacigalupo  
S.A. - la misma que construía entonces el Puente Paso Córdoba-  con  
un costo de 247.090.000 pesos y  un plazo de 18 meses, ampliado a  
24. Trabajaron en promedio unos 50 obreros locales.
 Todo fue muy rápido después. Monitoreada constantemente en su  
construcción por ingenieros de Bacigalupo S.A. y de Agua y Energía,  
resultó una obra segura y con valor estético: la empresa  
constructora ha ido más allá  de lo estrictamente técnico  y  
dispuso terminarla con una agradable presentación exterior.

 La inauguración, un multitudinario paseo a las bardas

 Hubo fiesta popular ese lunes 24 de febrero de 1969 en Roca. El  
camino a la defensa se constituyó en un movimiento constante de  
vehículos, bicicletas y familias  de a pie que,  a pesar del calor  
de la tarde,  caminaron los casi cinco kilómetros bajo el sol con  
regocijo. Pueblo y gobierno, aunque defacto, unidos esta vez para  
el festejo. Era una obra magnífica y había que estar presente. Esta  
presa de tierra, más pequeña que la que se construía en El Chocón  
pero como aquélla, con objetivos amplios, era una robusta barrera  
inexpugnable a los futuros embates naturales del pueblo. Ahora  
podían dormir tranquilos!
 La defensa a los pocos meses de inaugurada demostró su eficacia. Y  
en la recordada tragedia  de 1975,  con numerosas víctimas  fatales  
en el Valle e  incluso en Cutral Co y Plaza Huincul, producto de  
una de la lluvias más grandes en la historia de la colonización,  
funcionó a la perfección de acuerdo a la evaluación técnica y, de  
no  haber sido construida,  la ciudad de Roca hubiera literalmente  
desaparecido.


 La “gaffe” del presidente Perón en una reunión en el ‘54

  El desastroso aluvión  de fines de diciembre de 1953 movilizó  
nuevamente a la comunidad. Como en un “Bailando sobre el Titanic” y  
a pesar de las tormentas de la semana  a muchos vecinos los  
sorprendió  en el Prado Español (demolido en enero de 1971, sobre  
calle Veinticinco de Mayo casi España) , donde el maestro Florindo  
Sassone animaba con sus tangos una seguidilla de bailes ese fin de  
año. Otros cenaban en el Tiro Federal celebrando el primer año de  
la sede social. Las familias más tradicionales  participaban del  
“dinner danzante” en el Club Social.
 Tras una lluvia sumamente copiosa, el torrente que se descolgó  
inundó la ciudad en menos de una hora  y produjo gran conmoción y  
pánico.
 Las obras de defensa habían estado incluidas en el Plan Quinquenal  
Nacional 1947-1951 del Justicialismo pero habían quedado en  
promesas, a pesar de la profusa propaganda. Esta vez había que  
asegurarse que se concretaran  en el segundo Plan 1953-1957. Pocos  
días  después de ese aluvión de fin de año, cuando todavía la  
ciudad se acomodaba, los vecinos se organizaron y lograron  
rápidamente una audiencia con el presidente Perón, por lo que una  
nutrida delegación de  cuarenta  personas partió a Buenos Aires.
 Durante los calurosos sábado 9 y domingo 10 de enero de 1954 la  
estación del ferrocarril, todavía pantanosa por los  restos del  
aluvión, fue desbordada de vecinos y familiares que  despedían a la  
comitiva que abordaba el “Zapalero”. Cada uno se pagaba sus  
viáticos, según lo establecido,  y el municipio costeaba los gastos  
de los delegados gremiales. Así debía ser:  eran épocas peronistas.  
Viajaron los  representantes de las distintas actividades  
económicas, instituciones y gremios roquenses.  Algunos de ellos  
fueron Carlos Padín (por el Club Social,  Patronato de Menores y   
Martilleros);  Manuel Saiz y Angel Barda, de la Cámara de  
Agricultores y de Bomberos; José Pasino, del Centro de la  
Construcción; Mario Vasallo y Anacleto del Hierro, por la  
Federación de Cooperativas; José Rodríguez, concejal peronista;  
David Vapñarsky y Teinblun Chanine, de la colectividad israelita;  
José Saionz, por el Banco de Río Negro y Neuquén; Walter Kaufmann,  
de Bomberos
 Voluntarios; Enrique Palmieri, de la Sociedad Italiana; Fernando  
Jorgensen, vocal de la Comisión Pro Obras de Defensa; Estela A. de  
Jofré, por la Sociedad de Beneficencia Coronel Isidro Lobo; Arturo  
Amadeo Llanos, concejal justicialista y presidente de la Comisión  
Pro Obras; Angel Palma por el Rotary; Fernando Gorostiague; José y  
Manuel Allende por el Club Tiro Federal;  Héctor Ramón Salgado,  
secretario de la Comisión, secretario de Actas de la CGT local y de  
Martilleros; Elías Rached por la colectividad sirio-libanesa;   
Jorge Martínez por la Sociedad Española; José Fernando Carro, por  
el Club del Progreso. Esteban Moreno iba por la CGT regional.   
Muchos de sus descendientes hoy se estarán  anoticiando de esta  
pequeña “gesta”.  Los gremios representados fueron numerosos:  
construcción, metalúrgicos,  alimentación, taxímetros,  obreros  
vitivinícolas, panaderos, mosaístas, trabajadores rurales,  
empleados de comercio, obreros municipales,  entre muchos otros.
 El 13 de enero fueron recibidos en la Casa Rosada por el ministro  
del Interior, Angel Borlenghi, a quien le entregaron un extenso y  
detallado memorial dirigido al presidente, redactado por Esteban  
Moreno, Angel Palma y Fernando Gorostiague .
  Al día siguiente los recibió Perón en la Rosada. Algunos biógrafos  
populistas dicen que entonces el general  no se había podido  
recuperar de la muerte de Evita casi dos años antes,  y que  
empezaba a sentir la soledad del poder. Que carecía del brillo, la  
ductibilidad,  el olfato y la intuición del Perón del ‘45. Esta  
apreciación histórica, subjetiva,  podría coincidir con lo que pasó  
en la reunión, contado por testigos y convertida luego en leyenda  
urbana poco recordada.  Las entrelíneas de la historia dicen  que  
apareció Perón en el Salón Blanco  acompañado por su edecán, el  
ministro del Interior y el gobernador del Territorio de Río Negro  
Emilio Belenguer. Más allá de la formalidad del acto, los saludos  
protocolares y los cafés servidos por mozos prolijamente  
uniformados, cuentan que el mismo Perón  empezó a explicarles a los  
presentes cómo era el tema de las inundaciones y cuál era la  
solución. Los vecinos se empezaron a mirar entre sí ante las
 incorrecciones que decía el general,  hasta que uno  -el “Vasco”  
Gorostiague, según recuerda don Manolo Saiz a sus lúcidos 91 años-   
pidió la palabra  y le hizo ver que estaba equivocado. Perón lo  
dejó hablar y cuando terminó saludó y dio por concluida la reunión  
abruptamente. Nunca se supo si se ofendió con quien lo corrigió o  
con el asesor que lo había hecho equivocar groseramente por no  
darle el memorial: había confundido las inundaciones pluviales de  
la altiplanicie roquense, fenómeno eminentemente local y telúrico,   
con los deshielos cordilleranos. Y aunque los presentes se llevaron  
la promesa de que se iban a tomar las medidas necesarias  
rápidamente, eso  no sucedió en su mandato:  el golpe de 1955 lo  
derrocó y con él la esperanza de la sufrida y resignada población  
de General Roca. Los casi 18.000 vecinos siguieron  mirando muchos  
años más  con preocupación cada cielo cubierto de nubarrones. (A.M.A.)


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Nos dejo su opinión
01/09/2009, 12:57:54 Reportar Exceso
Jualbe
Completo, ilustrativo y didáctico el trabajo de Ana María, fruto de su profesionalismo y dedicación. Por haber hecho todo mi secundario en el Domingo Savio de Roca -desde 1957 a 1961- fui testigo de los tremendos aluviones que bajaban del norte cuando llovía arriba. Y luego, como periodista, años más tarde, también supe de esos fenómenos, más controlados. Sirve este informe para conocer y valorar esfuerzos de gente inteligente y laboriosa de esa querida ciudad, mi segunda patria chica después de Cipolletti. Muy bueno Ana María! Esperamos más!
 
 
 
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Salud
  Por la licenciada Laura Collavini
1 Crece la tensión entre privados y mapuches en el interior neuquino por la ocupación de terrenos: "Los respaldan las FARC y ETA"
2 La metieron en un auto por la fuerza y escapó
3 "Hay estancieros armados"
4 El MPN retruca y llama extorsionadora a la CTA
5 El cambio de gabinete no convence a la oposición
1 "Hay estancieros armados" (44)
2 Crece la tensión entre privados y mapuches en el interior neuquino por la ocupación de terrenos: "Los respaldan las FARC y ETA" (38)
3 "Fieles pagadores de caprichos municipales" (24)
4 "Esgrimen las mismas argucias y herramientas perversas" (20)
5 El MPN retruca y llama extorsionadora a la CTA (15)
 
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