| Con la serie de ensayos de ayer el régimen comunista norcoreano mandó un mensaje claro: no se deja inmutar por condenas internacionales, ni tampoco por resoluciones o sanciones de Naciones Unidas. El temor es lo que está por venir, o por lo menos lo que podría venir en los próximos días. Corea del Norte ha demostrado que poco o nada le interesan las resoluciones de la ONU que prohíben expresamente cualquier actividad con misiles balísticos. Al contrario, cumple con las amenazas proclamadas. En abril, cuando la ONU y los países vecinos condenaron el primer ensayo con un misil de medio alcance, Pyonyang se molestó. Dijo que se trataba de una prueba civil para enviar un satélite al espacio. Reaccionó apostando a mostrar su estructura militar, advirtiendo que iba a poner a prueba su capacidad atómica y balística. Y lo hizo, sin importarle la reacción de la ONU, de Estados Unidos, Japón o Corea del Sur. Corea del Norte se vuelve a aislar. Todos los acuerdos que se fueron armando de a poco en los últimos meses para controlar su programa nuclear quedaron obsoletos tras las recientes medidas. Los temores en la región crecen, porque no se descarta que el resultado final de esta apuesta sea un conflicto que -aunque limitado- sacuda a la península coreana. Las fechas escogidas para los experimentos balísticos pueden ser interpretadas como especiales y simbólicas. Hace tres años, el 5 de julio de 2006, Corea del Norte disparó por lo menos siete misiles, entre ellos el Taepodong-2, de largo alcance y capaz de portar una ojiva nuclear. Con ese proyectil puede amenazar incluso puntos neurálgicos en Estados Unidos. Tanto hace tres años como ahora, la fecha coincide con el Día de la Independencia de Estados Unidos, el 4 de julio. DIRK GODDER DPA | |