Los intentos del gobierno por presentar cada mes una planilla que no tenga un resultado fiscal primario deficitario son cada vez más esforzados, pero a la vez no pueden ocultar una tendencia declinante que comenzó mucho antes de la crisis internacional.
Si se presentaran las mismas condiciones con las que asumió Néstor Kirchner la Presidencia hace seis años -retenciones al 20%, inflación real menor al 5% anual, cotización del dólar en descenso y sistema previsional mixto- la discusión actual pasaría por saber a cuántos miles de millones de pesos ascendería el déficit.
Desde ya, ningún gobierno debe quedarse de brazos cruzados a la espera de la catástrofe y tiene una sinnúmero de herramientas para mejorar las cuentas públicas. Pero ese derecho tiene que venir indisolublemente acompañado del deber de informar a la ciudadanía qué se hizo para evitar ese déficit. O, en otras palabras, qué sectores de la sociedad pagaron la diferencia.
A lo largo de los últimos años, esos sectores fueron más o menos los mismos, aunque hubo variaciones de acuerdo con las necesidades fiscales y la capacidad de pago de los afectados. Entre ellos se encuentran los asalariados, las provincias, los exportadores de granos y el sistema previsional.
Con la suma de todos esos aportes, cualquier administración tendría un superávit primario y financiero más que holgado. Sin embargo, un descontrolado barril sin fondo lleva a mostrar una realidad totalmente distinta y el fantasma de déficit merodea cada vez más cerca. (DyN)