El presidente de Irán tiene una real influencia en política interna, especialmente en la economía, pero está limitado en cuanto a la política exterior, que en los hechos será determinada principalmente por el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei.
Así, el nuevo gobierno deberá lidiar con los gestos de apertura del líder norteamericano Barack Obama y con una presión creciente para que su país cese su programa nuclear. "Lo esencial de la política exterior iraní después de las elecciones girará en torno a la respuesta que se dará a Obama y a la gestión de las discusiones sobre la cuestión nuclear con las grandes potencias", dijo el analista político Mashaallah Shamsolvaezin. La tarea del presidente ultraconservador Mahmud Ahmadinejad se había visto simplificada hasta ahora por el tono ofensivo del gobierno de George W. Bush, que puso a Irán en su "eje del mal". Pero todo ha cambiado con Obama.
El limitado poder del presidente en la teocracia iraní explica en parte la derrota de los candidatos reformistas en las elecciones presidenciales de 2005. Sus partidarios nunca digirieron la incapacidad del presidente saliente Mohammad Jatami para superar la oposición a las reformas de otros órganos, en particular los controlados por el guía supremo, como la justicia. Ahmadinejad ha tratado de ampliar su autoridad, dijo un diplomático en Teherán. "Es alguien que formalmente acepta los límites institucionales, pero que los burla con una política de cambio de los cuadros". Así, despidió a dos directores del Banco Central y a un ministro de Economía que se oponían a su política de gasto público.
Pero una emancipación así es inútil sin embargo en los campos más sensibles de las cuestiones sociales o de la política exterior.
Así, Jatami no pudo impedir la represión del movimiento estudiantil de 1998 o el cierre masivo de periódicos por los tribunales. El reformista Mir Hosein Musavi, quiere revisar "todas las leyes consideradas discriminatorias e injustas para la mujer". Para ello tendría, sin embargo, que vencer la resistencia del Parlamento, la judicatura y el Consejo de Guardianes, conservadores. Pero un diplomático occidental acota: el presidente "no determina la política, pero la influencia, y forma la opinión pública sobre estos temas". (AFP)