"¿Doctora, qué siente usted en este momento?", preguntó una residente a Beatriz Rizzo, hace casi 20 años atrás antes de realizar un trasplante en la ciudad de Córdoba. "Siento que es el único momento en el que a la muerte (imprevista) le podemos arrebatar algo", contestó convencida.
Nadie está exento de la muerte y por lo tanto, tampoco nadie puede liberarse del dolor de perder a un ser querido. La persona que tiene diagnóstico de muerte cerebral es un donante presunto, pero en definitiva es la familia, en medio de ese gran dolor para el cual no se está preparado, quien debe tomar la última decisión.
La cadena que puede salvar vidas empieza con el eslabón de los donantes y sus familias, pero también cuenta con el equipo de profesionales que se encargan de la ablación y otro grupo que lleva a cabo el mantenimiento de esos órganos, sin olvidar a los médicos que asisten luego al trasplantado para que pueda recuperar calidad y tiempo de vida.
Actualmente entre Río Negro y Neuquén, suman 110 los pacientes trasplantados, la mayoría con donante cadavérico. Todos tienen interés de conocer a las familias que tomaron esta decisión tan importante que les cambió la vida, pero por una cuestión de ética profesional no se dice.
"Entonces, en nombre ellos quiero agradecer de manera infinita, semejante gesto y decisión desinteresada y altruista en un momento de tanto dolor, además de admiración profunda", concluyó Rizzo.