NEUQUÉN.- A decenas de cuadras del centro de la capital, en un destartalado y gris monoblock del oeste neuquino, "Río Negro" charla con prostitutas dominicanas que se divierten con sus propias penurias. Cenan guiso de mondongo y en algunas horas más se ofertarán en un pub. Muchos hombres dejan a sus mujeres para acostarse con ellas. Les dicen que son únicas, que en su hogar jamás encontrarán ese servicio. Que "la "bruja siempre tiene sueño", que es aburrida y rutinaria.
"La mayoría son casados o tienen parejas y buscan, según ellos, lo que sus esposas no les dan", sonríe con delicadeza Lola -los nombres son ficticios-. "¿Qué quieren? Amor, comprensión, que seamos sumisas, y ¡la cola!", rompe en carcajadas.
Y sus compañeras acompañan. "Lo que pasa es que las argentinas son muy dominantes, entonces sus hombres nos buscan para mandar ellos, al menos por un par de horas", aclara Lara, la mayor.
Deja de reír y cuenta que una noche ni siquiera con sumisión consiguió detener el ataque de un psicópata que la secuestró durante cuatro días, la violó, golpeó y denigró. La policía la halló en pésimas condiciones, pero el tipo no estuvo ni siquiera una hora detenido.