| Hace tiempo que los coqueteos entre cultura y mercado son mucho más que eso, porque al menos desde principios del siglo XX ambos están intrincados, borrando fronteras y cruzando intereses. Pero con la actual crisis internacional queda más en evidencia que nunca que el mundo artístico es todo menos una torre de marfil.El mundo del arte plástico tiene hasta su propio “caso Madoff”, protagonizado por el galerista neoyorquino Lawrence B. Salander, que compró arte a raudales con cheques sin fondos; el cine ve cómo es cada vez más difícil atraer a los espectadores a la taquilla, y el mundo de la música suma a los achaques de la piratería los de la crisis económica.Tampoco el sector editorial lo tiene fácil. España sigue siendo el país líder en el mundo iberoamericano y está entre los primeros del mundo, pero desde hace unos años va cayendo la producción de libros en papel y los editores apuestan cada vez más por los grandes best sellers que salven la temporada, con un estilo cada vez más parecido al de Hollywood. También cae la cantidad de ejemplares editados, para estar seguros de perder el menor dinero posible, y según las librerías sube la de las devoluciones.O sea, ante la pérdida de lectores, las editoriales buscan el best seller salvador multiplicando títulos, reduciendo tirada y acelerando la rotación. Las librerías reciben cada vez más novedades, pero no tienen tiempo de absorberlas. Los libros pasan unos pocos días en el exhibidor antes de ceder su puesto a otra novedad y ser devueltos al distribuidor para caer en el olvido de algún almacén.Pese a ello, las empresas independientes y pequeños proyectos como las editoriales cartoneras en Latinoamérica, Eloísa Cartonera en Buenos Aires, consiguen sobrevivir a base de trabajo artesanal y pequeño, en el lado opuesto de la balanza.Y lo mismo puede decirse de los músicos que aprovechan internet y plataformas sociales como Facebook para darse a conocer a públicos a los que nunca llegarían de otra forma. O de las grandes estrellas que han optado por no luchar contra la piratería, y apostar cada vez más por los conciertos en vivo, donde está ahora el “filón”, según los expertos.En medio de la crisis de todos los ámbitos, lo seguro sigue siendo lo más cotizado, y por eso tanto en las artes plásticas como en el cine, los valores ya consagrados no ofrecen –al menos tanto– riesgo.Pero en cultura nunca ha sido fácil dar en el clavo, y si la economía no es una ciencia exacta, menos aún el “gusto popular”, por más que expertos en marketing analicen hasta la última tendencia entre los adolescentes, uno de los grupos más cotizados, que por ejemplo catapultó en 2008 otra saga, esta vez de vampiros, “Crepúsculo”. Aunque no se trate de superhéroes “clásicos”, los ingredientes son muy similares.Con el arte plástico y los libros es más complicado, pero nombres como Francis Bacon (con un récord de 86 millones de dólares por su obra “Tríptico” en 2008), Pablo Picasso o, en el mundo literario, Joanne K. Rowling, la autora de “Harry Potter” y una de las mujeres más ricas de Reino Unido, o, en el mundo hispanoamericano, Mario Vargas Llosa o Isabel Allende –por tomar dos estilos muy diferentes– son garantía de éxito.La pregunta que queda flotando es, por eso, en qué lugar quedarán los nuevos valores, que necesitan promoción y tiempo, algo a lo que las grandes empresas del mundo cultural hoy no parecen muy dispuestas.Muchos seguirán trabajando sin depender de la ayuda ajena, como las editoriales, sellos o productoras independientes, lejos de los brillantes del mundo de la Meca del Cine o las casas de subastas. O pintando portadas a témpera en un barrio de Buenos Aires, como Eloísa Cartonera. Ante la crisis siempre hay huecos valiosos, afirman los más emprendedores, sólo hay que saber encontrarlos | |