Karma o posibilidad. Desde el campo de lo discursivo se igualó tanto a su padre que quizá ya no se pueda independizar de esa ancla.
Lo cierto es que entre parecido físico y de ideas, Ricardo Alfonsín se clavó ayer con impronta seductora en el seno de un radicalismo signado por lastimaduras y pérdida de poder.
Ricardo Alfonsín habló durante 40 minutos. Preparó su discurso con dirección unívoca: sentarse a la mesa del máximo poder partidario agitando las banderas que hicieron de su padre una historia apasionante en la vida de millones de argentinos.
Fue un discurso sencillo centrado en ver la política como aquello que parece olvidado: una acción que no necesariamente es ajena a la "calidez con el otro", dijo. Y de golpe, 700 radicales se pusieron de pie a puro aplauso y emoción.
Dos discursos, una línea
Fue el momento en que su hijo Ricardo se igualó a su padre Raúl en aquellos de una noche de cierre de la campaña del ´83.
-No me digan que no es posible que la política sirva para dignificar la vida. La política encuentra en la vida su único sentido... ¡no me digan que esto es un imposible! -dijo el padre aquella noche de bote a bote en la avenida Nueve de Julio.
Y su hijo ayer acotó:
-¡Podemos más! ¡No reduzcamos la política a ese debate entre ser y debe ser! ¡No traicionemos a quienes lucharon por un mundo mejor y en esa lucha entregaron hasta su vida! ¡Hoy Estados Unidos tiene un presidente negro! Muchas veces me he preguntado qué hubiese sucedido si Martin Luther King no peleaba, no luchaba... ¡no nos resignemos: luchemos, luchemos, luchemos por una Argentina mejor! No es hora de hablar de programas sobre lo que debemos o no hacer! ¡Es hora de juntarnos, de juntarnos sabiendo que nos debemos a nuestra Argentina, a nuestras familias, a nosotros! ¡Luchar, luchar, luchar! ¡Buscar a la gente, ir por la gente... ahí está el sentido de la política: en la gente! (C. T.)