MAR DEL PLATA (Carlos Torrengo, enviado especial, y DyN).- La Convención Nacional de la UCR cumplió ayer con el importante objetivo de reunir a los aliados del frente opositor que conforman con la Coalición Cívica y el socialismo, ratificando la alianza para enfrentar al kirchnerismo en distintos distritos del país en las elecciones parlamentarias del 28 de junio.
El encuentro, además, acentuó la discusión por la candidatura de Elisa Carrió en la estratégica Ciudad de Buenos Aires, que no termina de definir qué lugar ocupará en la nómina.
Primero fue una conferencia de prensa en un hotel de la peatonal San Martín en donde Gerardo Morales, Rubén Giustiniani y Carrió cruzaron elogios y se mostraron distendidos frente a la dura campaña que se espera hasta el 28 de junio próximo. Y destacaron que serán la única alternativa al kirchnerismo en distritos fuera del conurbano bonaerense y Capital. Morales dijo que en el "90 por ciento de las provincias" son la "única alternativa" al kirchnerismo.
Luego llegó el momento de asistir al Club Quilmes, donde desde ayer tiene lugar el cónclave radical, y Carrió tuvo oportunidad de reunirse con quienes fueron sus correligionarios hasta que se alejó para fundar el ARI, en plena crisis partidaria.
La cita fue cerrada con una foto en el escenario de los tres líderes partidarios y Ricardo Alfonsín -devenido protagonista tras la muerte de su padre.
La próxima instancia será un acto en el Gran Rex donde coincidirán los radicales, socialistas y referentes de la Coalición Cívica para presentar a los candidatos de los distintos distritos y lanzar formalmente la campaña de cara a las urnas de junio.
Los integrantes del frente UCR-CC y PS intentaron así mostrar la unidad como principal fortaleza, pese a que la confluencia no tendrá la misma intensidad en todos los distritos del país. En Santa Fe la última palabra la tendrá el socialismo, en Mendoza son los radicales los que mandan y en la provincia de Buenos Aires y Capital es la Coalición Cívica la que maneja los hilos de la estrategia.
En este último distrito, a 20 días de la fecha límite para la inscripción de las boletas, la candidatura de Carrió siguió estando en el eje del debate de los radicales y sus aliados, que aseguran en voz baja que la chaqueña finalmente encabezaría la lista, relegando así al economista Alfonso Prat Gay, que no logra repuntar en las encuestas de opinión.
La propia Carrió dejó entreabierta una puerta al señalar que "vamos a hacer lo que mejor le convenga" al frente opositor que integra. Mañana será el día clave, ya que el radicalismo debe anotar los candidatos para la interna partidaria y quiere saber cómo será la distribución de los lugares con la CC.
Con su clásico teñido de rubio más compuesto que nunca, Carrió retornó ayer tangencialmente al radicalismo que le dio identidad política, ratificando su amor por Raúl Alfonsín -quien nunca pensó seriamente en ella como presidenta de la Nación- y reiterando la necesidad de aliarse con el radicalismo para ser alguien en la geografía electoral del país.
Generosa a la hora de atribuir méritos, Carrió sostuvo que Alem, Illia y Alfonsín se igualan a la hora de contradecir la sentencia de Gramsci de que el escepticismo siempre es inteligente. Pero acotó: "Ellos lucharon y lucharon por una República a pesar de las tantas incertidumbres que signan a la Argentina" desde siempre.
Recibida con desigual interés por los más de 700 radicales que copaban el salón del Club Quilmes de esta ciudad, Carrió cedió luego la palabra a Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente y hoy sinceramente decidido a cincelar su camino político desde la proyección de ese abolengo.
Y fue Ricardo Alfonsín el que le puso fuego al cierre de la Convención. Alfonsín fue impecable ante la necesidad de dar respuesta a dos desafíos que miran con cara agria al radicalismo:
Uno: devolverle al partido la mística destinada a que se vea como posibilidad de poder sin perder obligaciones con la ética.
Dos: quebrar la inercia de desasosiego y desgano que invade a muchos planos del radicalismo. En otros términos: ponerse en marcha.
Y entonces, como no podía ser de otra manera, el cierre de la Convención fue de neto cuño radical. Si lo que buscaban era volver a emocionarse y desplegar sueños de poder, lo lograron.
Pero claro, fuera de juego ya había quedado toda reflexión destinada a buscar explicaciones de por qué fracasaron en mucho del ejercicio del poder a lo largo de la transición. De hecho, la Convención pateó para un tiempo que nadie fijó el tratamiento de diferencias sustanciales entre la conducción de la Convención y la conducción del Comité Nacional, por mencionar sólo un ejemplo, acerca de cómo realizar las intervenciones a radicalismos díscolos.
En fin, una Convención típicamente del partido de la "mística creadora", como lo definieran Yrigoyen y sus adictos. Mística que generalmente no suele ser muy creadora.