"La piratería es muy atractiva para los jóvenes somalíes sin futuro. Es una aspiración", según Rogger Middleton, analista de Chatham House, centro de investigación sociológico con sede en Londres.
La mayoría de las bandas al asalto del centenar de buques apresados durante los diez últimos meses planea sus operaciones en Haradheere y en Eyl, donde se estima que retienen a más de 250 rehenes, a veces comensales obligados bajo escolta en los precarios restaurantes del villorrio.
"Lo que nos forzó a ser piratas fue que las flotas extranjeras nos robaron la pesca. Ahora nos lo cobramos con los rescates. El hambre nos hizo piratas. Y sabemos perder y ganar", confesó uno en una grabación distribuida por la agencia Reuters.
Los corsarios africanos niegan pertenencia política, y sólo miran por sus propios intereses. "El dinero lo dividimos con justicia". (El País)