BRUSELAS (DPA)- La unidad no ha sido nunca la mejor virtud de la UE, pero la crisis no ha hecho más que multiplicar los argumentos para desmembrarla en porciones cada vez más pequeñas. A sus eternos enfrentamientos políticos se suman ahora otros de mucho mayor calado, los económicos, todos ellos enmarcados por la tradicional y todavía persistente división entre Este-Oeste.
Veinte años después de la caída del telón de acero y cinco después de la ampliación de la UE a Europa del Este, la cumbre de jefes de Estado y de gobierno que se celebró ayer en Bruselas volvió a ser escenario de advertencias que quizás justifiquen el gigantesco mapa de la UE que decora la sala en la que trabajan hoy los 1.000 periodistas acreditados en Bruselas.
El mapa que ha colgado la presidencia checa de la UE evoca aquella Europa con dos Alemanias y dos bloques, uno rojo a la izquierda y uno azul en la parte occidental, cuya "Unión" parece seguir siendo un término que los países de Europa del Este no logran asimilar por mucho que colme los manuales de integración europea.
"Proteccionismo, nacionalismo y populismo" forman parte de la jerga de los países del Este con demasiada frecuencia y volvieron a ser evocados hoy por los jefes de gobierno de Polonia y Hungría, Donald Tusk y Ferenc Gyurcsany, respectivamente, en claros mensajes enviados a sus colegas occidentales.
Tusk sorprendió con la convocatoria de una "cumbre del Este" previa al encuentro de los veintisiete. A ella acudieron otros ocho países - Hungría, Eslovaquia, República Checa, Bulgaria, Rumania, Estonia, Letonia y Lituania- que lanzaron un claro mensaje a los antiguos miembros de la UE: no vale crear "dos clases de miembros", en la UE sólo deberían caber la "solidaridad" y la lucha "contra el aislamiento y el egoísmo".
El proteccionismo fue sin duda el gran protagonista de la cumbre y casi la única conclusión en la que todos los Estados parecían estar de acuerdo, el menos en la teoría. "Nos hemos puesto de acuerdo contra el proteccionismo", dijo al término de la reunión el presidente del consejo, Mirek Topolanek.
Nicolas Sarkozy, que hace una semanas escenificó una disputa con el presidente de turno de la UE por la aprobación del plan francés de ayuda al automóvil, trató de zanjar la disputa afirmando: "Nunca he creído en el proteccionismo, es una palabra demasiado grande".
Los propios países del Este mostraron ayer diferencias entre sí después de que Hungría se atreviese a solicitar una ayuda de entre 160.000 y 190.000 millones de euros para desarrollar un "programa europeo de estabilización e integración" que, entre otras cosas, serviría para apoyar la liquidez de los bancos centrales de esos Estados de Europa central y oriental. El documento fue rechazado por República Checa y Estonia, que no consideran necesario un tratamiento especial para Europa del Este. "No creo que Europa del Este sea una región especial y que sea necesario separar a estos países en el destino de las ayudas", dijo Topolanek.
Al otro lado del mapa, los países de la Europa Occidental tampoco dejaron de mostrar sus divergencias ayer en Bruselas.
La zona euro tampoco logra esconder sus diferencias bajo la moneda única y se encrespa cada vez que uno de sus miembros se lanza a tomar medidas nacionales que huelen a amenaza para el resto de las economías.
Así ocurrió recientemente con el plan francés para el sector del automóvil, que puso en guardia a Alemania. El plan también ha despertado reacciones en contra del gobierno sueco, que llamó a "buscar otras solución diferente a las subvenciones, como reducir la capacidad de producción" de la UE aprovechando la caída de la demanda, dijo el primer ministro sueco Fredrik Reinfeldt.
Los planes italiano y español, este último de 4,1 mil millones de euros, no han despertado menos preocupación entre el resto de países del club monetario.
Y es que la "coordinación" brilla por su ausencia en un mercado coordinado por una única autoridad monetaria pero con 16 políticas fiscales concentradas en resolver los problemas más urgentes de sus economías.
Lo que sí tienen en común los dieciséis socios de la eurozona es la estabilidad de la moneda única, ahora codiciada por países como Hungría y Polonia. Ambos solicitaron la aceleración de los trámites para obtener el título de miembro de la eurozona, que suele demorar unos dos años.