Estaban firmemente decididos a mostrarse amables y unidos. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, manifestó percibir un "espíritu de solidaridad y responsabilidad" al cierre de la cumbre de jefes de Estado y gobierno de la Unión Europea celebrada ayer en Bruselas.
Y el primer ministro checo y presidente de turno del Consejo de la UE, Mirek Topolanek, minimizó los informes sobre peleas intestinas y formación de subgrupos en el seno de la UE como "una cuestión de los medios".
Pero la conducción de la UE todavía no pasó indemne la prueba de la gestión de la crisis, según admiten en voz baja diplomáticos eurocomunitarios. La cuestión básica es si el principio del mercado interno abierto seguirá siendo el fundamento que sostenga la UE. Y también si, a 20 años de la caída del Muro de Berlín y a cinco de la ampliación de la UE hacia el este europeo, mantiene consistencia el principio de solidaridad.
En los hechos parece que actualmente cada uno piensa primero que nada en sí mismo. Topolanek había convocado a la cumbre extraordinaria en Bruselas para evitar que el agrietamiento de la estructura de la UE llevara bajo la presión de la crisis al derrumbe de toda la construcción comunitaria.
Desde el oriente de la UE también se escuchaban murmullos insoslayables. Más de un miembro del centro y oriente europeo parece haber ingresado en una situación más crítica de lo hasta ahora admitido. Algunos nuevos miembros de la UE, cuyas monedas se encuentran bajo una presión considerable, como por ejemplo Polonia, no consideran suficiente el paquete de emergencia de 24.500 millones de euros aprobado la semana pasada para sostener a la banca de la región. Buscan antes que nada una aceleración del ingreso al club de los 16 países de la eurozona. Están molestos porque se les impone un plazo de dos años .
Hay otra línea divisoria, esta vez entre el este y el sur europeos. Los Estados meridionales de la UE se niegan a aprobar un paquete de ayuda de 5.000 millones de euros para ampliar la infraestructura energética, considerando que fluirían demasiados fondos hacia Europa oriental. A la vez se formó dentro de la UE un grupo de Estados que rechaza que se formen subgrupos dentro de la UE, como el de los 16 de la zona euro o el G20.
DIETER EBELING
DPA