Llegó la hora de la verdad. Ninguna otra de las promesas hechas por Barack Obama durante su campaña presidencial tenía una envergadura mayor y un contenido simbólico más relevante que la del repliegue de las tropas estadounidenses de Irak. Esa promesa era el sinónimo por antonomasia de un nuevo comienzo para Estados Unidos, de un quiebre absoluto con la política del presidente George W. Bush. Para millones de norteamericanos, el rápido retiro de los soldados estadounidenses de Irak implica el fin de una larga pesadilla.
A seis años del conflicto, un 60% de los estadounidenses estima que esta guerra no era necesaria, según una encuesta de la ABC. El conflicto causó la muerte de 4.200 soldados, de los cuales 176 se suicidaron, mientras que 31.000 fueron heridos, según el Pentágono. Irak costó 687.000 millones de dólares a Washington, según el centro de reflexión Center for Strategic and Budgetary Assessments. Pero según otras estimaciones, el costo de aquí a 2012 podría alcanzar el billón de dólares.
Pero la medida anunciada ayer por Obama señala que el repliegue no será total: entre 35.000 y 50.000 soldados permanecerán en el país del Golfo. Hasta los más fieles demócratas fruncen el ceño al oír los planes de su presidente. Ellos pensaban que la idea era otra. ¿Será el primer gran error de Obama?
Dentro de las propias filas, el descontento es tan grande que la noche previa al anuncio Obama citó sorpresivamente a la Casa Blanca a un grupo de importantes diputados y senadores. "Obama estuvo expuesto a fuertes críticas", comentó el periódico "Washington Post" sobre el encuentro.
Los principales demócratas optaron por no hacer grandes objeciones en público, pero muchos de ellos consideran que la estrategia es doble. "Estoy satisfecho con las palabras del secretario de Defensa y del presidente", afirmó cortésmente el jefe de la fracción demócrata en el Senado, Harry Reid. "Pero cuando hablan de 50.000 soldados (que permanecerán), la cifra es un tanto mayor de lo que yo esperaba." (DPA/AFP)