La médica generalista Laura Bustos estaba esa tarde de guardia junto a la enfermera Graciela de María. Así recibieron a Emanuel que presentaba un paro cardiorrespiratorio completo. Enseguida se sumaron los doctores Francisco Sequeira y Patricia Bunge, que también estaban de guardia.

La doctora Bustos relata a este medio que "el nene no tenía latidos, ni respiración, las pupilas estaban dilatadas, su cuerpito frío, el color azul de la piel, prácticamente muerto". El cuadro era dramático.

Los gritos del padre pidiendo a la Virgen que le devuelva a su hijo retumbaban en todo el pasillo del hospital.

"Lo llevamos a la recepción de recién nacidos porque ahí tenemos todos los elementos que necesitamos para realizar la resucitación cardiopulmonar, con masajes cardíacos en el pecho, oxigenando los pulmones. Cuando vino el anestesista, nos ayudó a entubar para que el oxígeno llegue directamente a los pulmones" cuenta la profesional médica.

Bustos estima que desde que el niño ingresó al hospital hasta que empezaron a escuchar los primeros latidos, pasaron unos veinte minutos aproximadamente, a los que habría que sumar otros diez que calculan los padres que pasaron desde que la hermanita lo sacó de la pileta.

Un tiempo muy prolongado, y de acuerdo con las opiniones de diferentes profesionales, nada común en el campo de la medicina.

La doctora resaltó el trabajo en equipo. "Esa tarde empezaron a llegar otros médicos y juntos manteníamos el ritmo. Uno a veces pierde las esperanzas en las resucitaciones porque la mayoría de las veces que intentamos, la persona muere. En un momento dado estábamos decepcionados porque no teníamos respuesta y justo llega el doctor Mariano Quiroga, apoya el estetoscopio en el pechito del nene y escuchó el primer latido. Eso nos dio ánimo a seguir trabajando".

Más adelante agrega que nunca le tocó un caso como éste, "cuando nos suceden cosas como esta, me hace pensar que el trabajo nuestro vale la pena" concluye.