A los problemas reinantes en Pakistán, los días de la coalición del nuevo presidente, Zardari, parecen contados, pues el gobierno formado en marzo es incapaz de actuar de manera concreta, dependiente de los pequeños partidos, desde laicos progresistas a fundamentalistas musulmanes, pasando por nacionalistas étnicos.
Además, los economistas predicen la bancarrota en dos meses si Pakistán no pone orden a sus cuentas públicas: la población está exasperada por la inflación, que bate récords en Asia, con alzas de 60% desde el inicio del año en electricidad, combustibles y alimentos básicos.
En el extranjero interesa una cúpula política fuerte en Islamabad, en vista de la tensa situación de la seguridad sobre todo en la zona fronteriza con Afganistán.
El país es uno de los aliados más importantes de Occidente en la lucha internacional contra el terrorismo. Y no sólo Estados Unidos quiere que siga siéndolo.
Zardari es considerado en Washington un socio de confianza que desde hace mucho tiempo cuenta con buenos contactos en el Ministerio de Exteriores.
Los retos para Zardari son grandes y se duda de su capacidad para afrontarlos. (DPA y AFP)