NEUQUÉN (AN/ACE).- "Así era La Escuelita, o así me la imagino yo", dijo Islanda Becerra, una de las sobrevivientes al centro clandestino de detención que funcionó en Neuquén en 1976 y 1977. Con los ojos cerrados, antes de empezar el bosquejo sobre el papel, Islanda buscó en su memoria los espacios, las sensaciones y los datos de ese ambiente que no pudo ver porque mientras estuvo secuestrada permaneció con un trapo sucio como venda en los ojos.
Nunca pudo verbalizar lo que le ocurrió hasta el 2004, cuando lo escribió. Fue la manera de sacar afuera todo el horror, y tal vez por esa razón, entre todo lo que salió, emergieron esos trazos únicos sobre el lugar de su cautiverio.
Luego Becerra se dio cuenta de que era momento de la denuncia y en el 2006 se presentó ante el juez Guillermo Labate para dar su testimonio como detenida-desaparecida, y para dejar también allí un esquema del interior del centro clandestino.
El dibujo se asemejó notablemente con el croquis de la planta general del edificio que estuvo emplazado en los fondos del batallón realizado por el Instituto Geográfico Militar y que fue remitido al juzgado federal.
Junto con otras 17 víctimas que estuvieron en el centro de torturas que funcionó en el batallón neuquino, Becerra a partir el miércoles se sentará en el sector de los querellantes, en el juicio que tendrá a ocho militares en el banquillo de los acusados por delitos de lesa humanidad.
Cuando estuvo esposada de pies y manos al catre que estaba pared de por medio con la mesa de guardia de sus carceleros, Islanda dijo que "a mi izquierda había lo que a mí me parecía que era una cucheta donde había un hombre. Sentí que todo ese lugar era muy grande, con una pared quizás también de fibrocemento detrás del cual había otra gente, porque sentí los quejidos y que arrastraban gente".
"Yo estaba en un catre apoyado en una pared de chapas de fibrocemento acanaladas y del otro lado había una mesa, porque sentía cuando apoyaban el mate o cualquier cosa; y si yo me movía, ellos también me escuchaban porque se paraban a ver qué pasaba del otro lado", continuó.
En esa época tenía 19 años. Recordó con nitidez cuando la trasladaban a un lugar contiguo para la tortura, y también que desde el baño de paredes amarillas se veía una arboleda a través del ventiluz; el día en que se le permitió bañarse y pudo estar sin la venda.
"Del lugar donde me torturaban recuerdo que hacía mucho calor, que había entre tres y cinco hombres diferentes que eran interrogadores y que en un costado, se escuchaba una máquina de escribir. Allí fui torturada y me hicieron un simulacro de fusilamiento; para llegar, siempre me rozaba con unas plantas que había en el trayecto de piedras y tierra", dijo.
Algunos de los sobrevivientes que son querellantes en este juicio fueron al batallón en 1984 para ver por fuera la construcción que conocieron por dentro.
Becerra nunca fue al lugar del que sólo quedan las bases porque fue demolido y no sabe si alguna vez lo recorrerá.
"Desde allí se escuchaban bocinas, frenadas; estábamos cerca de la ruta y del aeropuerto, se escuchaban los aviones", destacó.
Insistió en que con el juicio que comenzará el miércoles "no sé si será la Justicia reparadora que uno está buscando, pero sí sé que se va a saber la verdad de lo que ocurrió; no quiero recordar el horror sin mirar para el futuro, quiero un país sin excluídos, sin pobreza y con gente educada; tengo la obligación de ser testigo", finalizó.