Con su intervención militar en Osetia del Sur, foco rebelde de Georgia, Rusia trazó una "línea roja" para mostrar que no tolerará que sus intereses sean pisoteados impunemente, estimaban ayer algunos analistas.
El Estado ruso ha hecho saber desde hace años que no permitiría que Georgia recupere el control de Osetia del Sur y de Abjasia, dos regiones separatistas georgianas, pero hasta ahora no estaba claro de qué modo respondería a un intento de Tiflis en ese sentido.
"La guerra era inevitable", estimó Pavel Felgenhauer, un analista militar independiente en Moscú. El presidente georgiano, Mijail Saakashvili, "supera, a veces, los límites y ha dado luz verde a esta operación", subrayó Felgenhauer.
Las dos regiones georgianas de Osetia del Sur y de Abjasia, que no tienen la misma cultura ni la misma lengua que los georgianos, declararon de forma unilateral su independencia de Tiflis a principios de los años 1990, tras el derrumbe de la entonces URSS.
En opinión de Felgenhauer, la ofensiva georgiana en Osetia del Sur dio a Rusia un pretexto para llevar a la práctica su retórica política. "Rusia puede contentarse con desplegar solamente una pequeña parte de su enorme potencial militar en ese pequeño sector", aseguró en alusión Osetia del Sur, donde tropas rusas y georgianas libraron duros combates.
Rusia ve a Georgia como la avanzada de EE.UU hacia su territorio.
Georgia y Estados Unidos mantienen una relación sumamente estrecha desde la denominada "Revolución de las Rosas", que llevó a la caída del presidente prorruso Eduard Shevardnadze y el ascenso de Saakashvili, quien considera a su país como una especie de puesto de avanzada de Occidente en el Cáucaso y venera a Bush como un campeón de la lucha por la libertad. El gobierno estadounidense, por su parte, ve en Georgia un ejemplo para otros países que aspiran a instituciones más democráticas y a la vez un freno contra la influencia rusa en la región. Desde la caída de la URSS ha fluido a Georgia ayuda estadounidense por más de mil millones de dólares.
(AFP/DPA)