Más allá de su belleza y grandiosidad, la ceremonia de apertura pareció destinada a enviar un mensaje hacia el mundo: el que China no es, como dicen muchos, un país cerrado, intolerante y contaminador del medio ambiente.
La fiesta trató de enfatizar las contribuciones chinas al desarrollo de la humanidad, como la invención del papel y de los tipos móviles, que fueron los precursores de la prensa. El rechazo a la fama de intolerantes con las diferencias estuvo expresado por la presencia de actores que representaban a las 56 etnias que conviven en el país.
En cuanto a la fama de contaminadores ambientales, los organizadores de Pekín 2008 dedicaron todo un "capítulo" de a la naturaleza. Recordaron que la milenaria práctica del tai chi chuan predica la armonía de "yin" y "yang" y la unión entre el hombre y la naturaleza, y cerraron con un coro de niños que prometían "plantar árboles" para que "vuelvan los pájaros".
Conmovedor, sin duda, pero habría sido más convincente si no fuera por el "smog" en la capital china, que hoy alcanzó su nivel más elevado de los últimos días. (DPA)