Los bebés están dotados de forma innata para pensar, función que como tantas habrá de desarrollarse en la medida de su maduración corporal, cerebral y sensorial. Cuanto más se observa a un bebé, cuánto más atención se les presta a todos los detalles pequeños de su conducta, se descubren más las capacidades de relación con su ambiente. Ya es conocido el hecho de cómo se calma un bebé al nacer si es puesto en contacto con su madre. Ahora bien, ¿con qué se vinculan esos primeros "pensamientos"? ¿Existen vestigios en la vida adulta de aquello que pensábamos cuando éramos bebés?
La captación del mundo que hace un bebé no es racional: es emocional, es corporal, es sensorial, y puede ser expresada en términos verbales por el adulto que actúa en consecuencia.
Los primeros "pensamientos" -denominados protopensamientos porque no tienen una conexión verbal todavía- se vinculan a las experiencias de hambre, de separación, de calma, de calor, de presión, de luz, de sombra, en fin: todas experiencias corporales, que constituyen la primera realidad del bebé, su propio cuerpo sentido como algo independiente de su mente, algo que le presenta un primer problema a resolver.
Pensar sin palabras
El bebé pide ayuda, grita, llora y gime. De hecho en su voz hay matices que una madre sensible puede aprender a descubrir. Estos primeros pensamientos no verbales luego entran en el flujo, en la corriente de pensamientos verbales más tarde, cuando el niño aprende a expresarse. La relación entre lo verbal y lo no verbal será más o menos conflictiva según el grado y la forma de integración de esas primeras experiencias, que forman la base de la personalidad. Si bien nadie recuerda sus primeros meses de vida, hay algo que persiste en cada uno de nosotros del bebe que fuimos. "Cuando en los primeros contactos la madre se ausenta, retira su pecho, el bebe la imagina, la alucina. Muchas veces se ve al bebe succionar y sonreír, esto es porque está soñando a su mamá y también pensándola. Y la sueña feliz hasta que vuelve el hambre entonces el chupeteo no alcanza, no sale leche del propio bebé, ya no es la placenta, el cordón umbilical siempre presente: hay algo que no está y se siente como dolor. El bebé, se enoja, llora, siente que hay algo malo allí. Su captación del mundo es deficiente e interpreta la ausencia como una presencia mala", explica la psicoanalista y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Claudia Lucía Borensztejn.
Según la especialista, a veces se observa hasta qué punto el bebe imprime esta imagen negativa sobre el pecho presente, y lo rechaza cuando la madre vuelve. De ahí nace su primera concepción del mundo como bueno y malo, si lo satisface o lo frustra. "Muchas personas conservan esta concepción en la vida adulta, clasifican el mundo según si les es o no afín a sus necesidades. Es la persistencia de la mentalidad del bebé en el adulto y de su forma de pensar", sostiene.
La perfección del vínculo madre-hijo, esa captación sin palabras a través de la placenta, el cordón umbilical y el suministro constante, no se da nunca más después del nacimiento, salvo por momentos en que el abrazo del ser amado se hace presente o cuando el bebé mira a los ojos de la madre que lo amamanta, o escuchando la música que emociona, o viendo la belleza de un paisaje. "Ese sentimiento de fusión con lo que apreciamos como belleza del mundo o como obra humana, ese llamado sentimiento oceánico sólo a veces se presenta -explica Borenzstejn-. El resto es imperfección, necesaria por cierto para la mente, que se desarrolla en contacto con la realidad, que aprende a tolerar las frustraciones, los desajustes y esperas necesarias para vivir y pensar. Entonces el lenguaje se desarrolla en la ausencia: el bebe llama a su madre que no está y nombra lo que no puede alcanzar."
La evolución del pensamiento
El pensamiento del bebé se desarrolla desde una mentalidad primitiva a una más evolucionada, de una mentalidad egoísta centrada en las propias necesidades a una mentalidad considerada hacia los otros. Aunque según los expertos, las cosas no son sencillas en este terreno y las explicaciones simples o causales no son aptas para entender procesos tan complejos.
CAROLINA STEGMAN