| En una sola oportunidad histórica desde la recuperación de la democracia en 1983, se produjo una asistencia perfecta de la totalidad del cuerpo de senadores, y al mismo tiempo, la definición estuvo a punto de ser definida por el presidente del cuerpo: fue el 15 de marzo de 1984, cuando el gobierno de Raúl Alfonsín perdió por dos votos (24 a 22) el proyecto de reforma al sistema de elección gremial conocido como “Ley Mucci”, por el nombre del ministro de Trabajo radical Antonio Mucci. En la noche del miércoles14 de marzo de 1984, poco más de tres meses de haber llegado al gobierno, Alfonsín sufrió en el Senado uno de los golpes más duros. La reforma laboral que había prometido a lo largo de su campaña electoral terminó derrumbada por el voto del senador neuquino Elías Sapag. Los caciques sindicales, que habían mantenido sus cuotas de poder durante la dictadura (con el metalúrgico Lorenzo Miguel en primera fila), más los que habían logrado algún protagonismo al final del régimen militar (el cervecero Saúl Ubaldini el más notorio) rechazaban la propuesta del radicalismo, que apuntaba a dar democracia al gremialismo criollo. El proyecto generó una reacción inmediata del sindicalismo, que veía al proyecto como una amenaza para el peronismo ortodoxo dentro de los gremios. La ley Mucci apuntaba a llevar a los sindicatos la representación de las minorías, al tiempo que permitía separar los fondos de las obras sociales de los fondos sindicales específicos, lo que significaba restarles un enorme poder político y económico a los sindicalistas, que manejaban cifras importantísimas de dinero. La mayoría de las estructuras sindicales decidía -y aún lo hace- sus conducciones en acuerdos de cúpula. Es así como llegaron a sus cargos la mayoría de los dirigentes sindicales y cómo se perpetúan por décadas, sin permitir la renovación. El proyecto del Poder Ejecutivo llegó al Senado con muy dudosas posibilidades de convertirse en ley. Por entonces los senadores de los partidos provinciales -los neuquinos del MPN, los sanjuaninos y los correntinos- terminaban decidiendo el destino de los proyectos que llegaban a la cámara alta. El peronismo tenía mayoría en la cámara alta, pero el radicalismo, cuando podía sumar los votos provinciales, equilibraba las cargas. Por ello, en la jornada del 14 de marzo las expectativas estaban centradas en lo que haría el mayor de los hermanos Sapag a la hora de pronunciarse. Cuando fundamentó su voto contrario a la reforma, estallaron las gradas del Senado, donde se amontonaban sindicalistas y dirigentes del peronismo. “En todo momento dijimos que nuestra línea era conseguir un despacho unánime o rechazar el proyecto y cumplimos”, afirmó Elías Sapag a “Río Negro” al día siguiente de la votación. | |