Los aglomeramientos y quejas de los últimos días, debido a la limitación que impuso el municipio al ingreso de público, indican que ante la falta de un espacio cerrado de mayores dimensiones que el gimnasio Pedro Estremador, los organizadores deberán plantearse el desafío de realizar la Fiesta en la vía pública, aunque deban cambiar la fecha de celebración.
En esta oportunidad la municipalidad limitó a 1.500 el número de asistentes a la fiesta, pero tomando en cuenta que son casi 500 los bailarines y personas que atienden los estands, son pocos los lugares disponibles. Un público ansioso abona los 25 pesos de la entrada, que no le da derecho a consumo alguno, pero el sábado a las 22, por ejemplo, ya estaban sujetos a la rotación de asistentes, y en el exterior esperaban su oportunidad para ingresar un centenar de personas, y hasta los miembros del grupo de danzas italiano invitado.
La fiesta comenzó en la calle, en 1978, pero el impiadoso clima local la empujó hacia el gimnasio del colegio Don Bosco, y hace 20 años que se realiza en el salón de los Bomberos Voluntarios.
Es probable que deba volver a la calle para que su brillo y popularidad subsista, aunque ello implique también un riesgo, el que motivó la desaparición del promisorio carnaval barilochense. La otra opción podría ser instalar carpas en un predio delimitado, y diferenciar la parte artística de la gastronómica. (AB)