ARNALDO PAGANETTI
BUENOS AIRES (ABA).- A casi 100 días de iniciado el conflicto del campo, el triunfo de los "duros" (lease el matrimonio Kirchner, por un lado, y los dirigentes Buzzi y De Angeli, por el otro), hace escorar al país, como suele ocurrir cada 5 o 10 años. Aunque esta vez la peligrosa inclinación hacia las profundidades del océano se da en un momento de bonanza económica y de interés mundial por comprar a valor dólar o euro los alimentos que produce la Argentina.
Como un malabarista cansado, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, está detrás de la receta conciliadora. En las últimas horas activó los llamados telefónicos con Mario Llambías y Luciano Miguens, de CRA y Sociedad Rural. El trío está espantado por el curso inmanejable que están adoptando los acontecimientos. Junto con Fernando Gioino, el más sensato y proclive a dialogar, están buscando una salida decorosa que para el ministro podría significar además la oportunidad para dar por cumplida su misión en este segundo turno K, presidido por Cristina Fernández.
"Esto hay que pararlo cuanto antes", clamó Alberto ante Llambías.
"Estamos de acuerdo. Pero, cómo?", respondió con ojos cansados el hombre de barba corta y cana, que suscribió el documento de la mesa de enlace agropecuaria, al filo de la tensionante jornada del sábado, y que ha pasado a encuadrarse entre las "palomas".
No lo reconocerá nunca públicamente. Sin embargo, Fernández admitió ante Miguens y Llambías que el gobierno se equivocó al ordenar a la Gendarmería apresar por una horas al emblemático chacarero De Angeli, pues ello dio origen a puebladas en distintos puntos de la geografía nacional y desató la irrupción de los más fanáticos.
Con Néstor Kirchner a la cabeza se desplegaron en la Plaza de Mayo para tratar de neutralizar el protagonismo ganado por el chacarero entrerriano, en compañía de personajes tan cuestionados como Luis D´Elía, Guillermo Moreno, y varios ministros, que se entremezclaron con la multitud para defender a Cristina contra "los desestabilizadores económicos y golpistas".
"La calle es nuestra. Está comprobado", indicó un alto funcionario, que se ufanó de la ocupación de las inmediaciones del monumento a la Bandera, en Rosario y de la "recuperación" de los accesos a la quinta presidencial de Olivos, que habían sido copados por "caceroleros" que despotricaban contra Cristina Fernández, con argumentos que nada tenían que ver con los reclamos de los ruralistas.
También Fernández se quejó amargamente de algunos medios de prensa.
Dijo que hace unas semanas sugerían proceder con la ley en la mano y dar un final drástico a los cortes de ruta, de la misma manera que había hecho el socialista José Luis Rodríguez Zapatero en España, para poner fin a la rebeldía de los camioneros. "Enfilamos en esa dirección y ahora nos atacan y afirman que desatamos una brutal represión, lo que es falso ¿Qué quieren?"
"¿Cuál puede ser la fórmula componedora? No la había hasta anoche. El gobierno no acepta "extorsiones" ni las pretensiones de máxima de Buzzi y De Angeli, consistentes en retrotraer todo al 10 de marzo, al día anterior a la medida que establecían las retenciones móviles a las exportaciones de soja.
Fernández asegura en privado que está dispuesto a sentarse a dialogar ya y hacer alguna otra concesión, pero no volver a esa fecha porque el matrimonio no lo acepta para no desfigurar "el carácter" de esta administración. Solicitó comprensión.
Como jamón del sandwich, debe el jefe de Gabinete lidiar entre el mandato férreo que le bajan los Kirchner y la intransigencia de la Federación Agraria y sus adherentes inorgánicos que están en los caminos. Molesta y mucho al matrimonio K la "traición" de la FAA, considerada aliada al comienzo del mandato en 2003.
A favor de la distensión juega el día feriado de hoy. Habrá febriles negociaciones para procurar destrabar una situación en la que si alguien no le pone un poco de cordura tiene un destino de catástrofe.
Como dice el rockero Miguel Cantilo, el tiempo se acaba.