"Éste es un equipo de hombres, que tiene un coraje bárbaro. Los muchachos dejaron la vida, entregaron todo y no solamente yo, sino toda la gente de San Lorenzo y ellos mismos deben estar orgullosos por lo realizado", fue el monólogo de Ramón Díaz a pocos minutos del pitazo final.
Y siguió: "En la altura, con un jugador menos desde la media hora del primer tiempo, nunca nos llevaron por delante y empatamos el partido con coraje".
Sin reflejar hacia fuera el bajón que le provocó la eliminación, el DT afirmó que "se hizo un gran trabajo, se peleó hasta el final y quedamos ante una ilusión postergada. Nadie demostró ser más que nosotros y fuimos merecedores de algo más, pero esto es fútbol y hay que aceptar las cosas como vienen".
"Ahora solamente queda Boca para las semifinales. Hubiera sido lindo jugar contra ellos, pero en este momento hay que estar muy orgullosos por todo lo que entregó este equipo. Los muchachos se merecen el mayor reconocimiento", insistió.
El llanto desconsolado de Andrés D'Alessandro, el desconsuelo del expulsado Juan Manuel Torres, la desazón de Pablo Alvarado, la decepción de Aureliano Torres por el penal malogrado y la bronca de Agustín Orión, fueron las postales de un sueño roto.
Un sueño que habitaba en todos los corazones "cuervos" y que otra vez, como tantas otras en estos 100 años, volvió a chocar con una triste realidad: la Libertadores es un karma y aunque esta edición parecía muy cerca, se volvió a escapar.