El Pabellón Central de Vigo fue todo celeste y blanco. Una multitud de argentinos copó las butacas para apoyar a Narváez, quien no defraudó. Apenas cedió la iniciativa en el primer asalto, para tomarla en el segundo y no largarla más, desnudando las limitaciones de Iván Pozo.
Es mosca, una de las categorías menos populares, pero el chubutense brilla y suma éxitos de visitante.
No será de las peleas más recordadas, porque el gallego apenas se mostró como un discreto aspirante, pero sirve para ganar confianza y quedar a un paso del más grande de todos, como fue Carlos Monzón.
Pelear en condición de visitante es lo que más seduce a Narváez, un boxeador que sabe mucho de coraje, pero que además posee un repertorio que envidian muchos campeones del mundo.
En el patio ajeno, con todo en juego y haciéndole una mueca burlona al que intente predecir su derrota.
El zurdo de Trelew ya fue banca en todos lados. Y les arruinó los planes a varios que celebraron antes de tiempo. Un grande de verdad, por más que algunos se empeñen en descalificar a sus rivales.