Un río es un sistema. Un complejo entramado de elementos naturales y humanos que interaccionan entre sí. Y la variación notable de uno de ellos modifica al conjunto y a los elementos bióticos y abióticos relacionados. La evidencia está a la vista:
La salud del río Negro -pese a su inmenso poder de autodepuración- está dando señales de verse resentida por el bajo caudal que registra como consecuencia de la sequía y de Energía de la Nación de retener agua en las represas del curso superior del Limay, que debe manejar la Autoridad de Cuencas.
La escasa cantidad de agua no representa por ahora -como se pudo temer- un riesgo inminente de contaminación microbiológica para la población. No se detectan en el curso normal del río bacterias Escherichia coli, y son aceptables los niveles de Coliformes totales y de bacterias mesófilas.
No obstante, es notable la afectación de otros parámetros que deberían ser un toque de alerta para los responsables del manejo de caudales en la cuenca: Ha crecido la cantidad de materia orgánica disuelta en el río, bajó el nivel de oxígeno en el agua, creció en forma notable la cantidad de algas, bajó la velocidad de la corriente, aumentó la proporción de nitritos disueltos y aparecieron elementos que no forman parte del sistema usual en el curso: nitratos.
Lo dicho es parte de las conclusiones de un análisis microbiológico y físico-químico del agua del río Negro en el Alto Valle que realizó, a pedido de este diario, un laboratorio regional especializado en agua y alimentos. Las muestras fueron tomadas el pasado 15 de abril en ocho lugares ubicados entre Fernández Oro e Ingeniero Huergo.
De los resultados y de su análisis surge que ha crecido la conductividad, que representa los materiales disueltos en el agua, que en el caso del Negro son salinidad y materia orgánica. Esto puede entenderse si se considera que la cantidad de materiales orgánicos que se vierten cada día al río -a través de desagües naturales y artificiales- no se ha reducido, pero sí bajó notoriamente el volumen de agua, que es el sustrato en el que deben disolverse. El habitual ronda los 200, y el análisis detectó bastante más.
Otro parámetro que muestra variaciones notables que desmejoran la calidad del agua del Negro es el oxígeno disuelto en ella, que no debería bajar de 9,8 mg/l, que es el nivel habitual para este curso de agua. Los parámetros para cada río se establecen tomando en cuenta la salinidad, la temperatura del río y la altitud sobre el nivel del mar. En varias de las muestras tomadas a pedido de este diario, este dato se ubica bastante por debajo de lo normal para este río, ronda los 8,5 mg/l y llega incluso hasta los 7 mg/l.
Los bajos niveles de oxígeno disuelto pueden atribuirse no sólo a la mayor cantidad relativa de materia orgánica sino también a la baja correntada del río, como consecuencia del escaso caudal.
Y precisamente esto permite advertir la presencia de un sistema, lo que sucede cuando el cambio en un elemento influye necesariamente en los demás: un mayor caudal de agua contribuye a que ésta corra más rápidamente. Un río bajo, en cambio, tiende a circular más despacio y a hasta casi detenerse en algunos brazos, lo que conspira contra la cantidad de oxígeno disuelto en el agua.
Pero, a su vez, toda la materia orgánica que va a parar al río -líquidos cloacales, pluviales, basura doméstica o natural- consume oxígeno al descomponerse.
Esto deriva en otro indicador que muestra un nivel por encima de lo habitual para el río: la cantidad de nitritos detectados en el agua. Si bien los niveles aún se encuentran dentro de los aceptables para agua de un río, no es un dato inocuo, puesto que muestra un incremento relativo de materia orgánica en descomposición.
En definitiva, puede "leerse" como una señal de que el río no alcanza a degradar toda la materia orgánica que recibe.
Lo bueno, en relación con estos indicadores, es que pese a ser precupantes, una descarga de agua abundante solucionaría el problema, así como el ya reseñado del bajo nivel de oxígeno disuelto.
Lo que llamó más la atención del estudio fue la presencia de nitratos, que no se encontraba en el río Negro y que ahora fueron detectados.
Los nitratos representan nitrógeno, pero inorgánico. Su presencia en el agua del río puede provenir de fertilizantes, de materia orgánica ya mineralizada o de otra fuente natural de ese mineral. Lo llamativo es que el historial del río nunca presentó nitratos en los análisis realizados durante décadas.
Es esto lo que preocupa -la presencia de un componente químico que no le es propio a este sistema en particular-, más que el nivel hallado, puesto que se ubica en un 10% del valor considerado como aceptable aun en agua potable.
Este dato tampoco es inocuo, puesto que los nitratos provocan la fertilización del agua, y de esto deriva que favorecen el crecimiento de algas.
Las algas incrementan así la cantidad de materia orgánica en el agua, retrasan la circulación del río -sobre todo en brazos de escasa profundidad- y reducen el nivel de oxígeno disuelto.
En el crecimiento de las algas influye también, como es sabido, que el sistema de represas construido desde la década del '70 clarifica el agua, lo que favorece que sea atravesada por la luz solar y que las esporas -en gran medida llegadas al agua del río por la materia vegetal sumergida en los lagos artificiales- prospera y se desarrolla.