-Usted ingresó a la carrera eclesiástica después de hacer el servicio militar...
-Sí, sí; por ahí se han publicado fotos mías vestido de soldado...
-...y tomando unos alcoholes.
-Sí, sí.
-¿Influyó en algo el servicio militar en su elección de ser sacerdote?
-No. En todo caso era un tema que yo venía madurando. Lo que sí me enseñó el servicio militar es la naturaleza rudimentaria que suele tener el pensamiento que lo justifica, que a veces no tiene nada que ver con la defensa de la patria sino con la defensa de un determinado tipo de orden interior que suele ser muy injusto. Además, en ese sistema hay mucho de cultura militarista.
-¿Militarismo como desviación de lo militar? ¿En términos de valores?
-Sí. Esa exaltación de creerse algo diferente del resto en cuanto, bueno... sí, sí, al mundo de los valores... como si lo militar fuera lo más puro, lo moralmente más íntegro... una cultura con la cual los pobres soldaditos no teníamos nada que ver. Es el sistema... ¿le resulta extraño que haya hecho el servicio militar y después fuera a la sotana?
-Creo que usted nunca usó mucha sotana... ¡con el calor paraguayo! En fin...
-Sí, es pesada. Acá ese tema está más democratizado, por así decirlo.
-Simplemente establecía una coincidencia. Este diario se edita en una provincia que tiene tres diócesis. Roca es cabecera de una de ellas, y su obispo es monseñor Navarro, un hombre también de la Iglesia que lucha por mayor justicia social y que antes de ingresar al noviciado no sólo fue soldado sino que luego trabajó varios años en una base aeronaval como mecánico de aviones de combate. Y cuando cumplía con el servicio militar, estuvo bajo bombardeo durante el derrocamiento de Perón...
-Bueno, yo me salvé de esa experiencia, que no debe ser agradable, por supuesto.