Un instinto de supervivencia puede más que muchas razones y el reconocimiento tardío de errores comunes, los vuelve a poner cara a cara.
En la Argentina donde lo imposible adquiere características de altísima probabilidad, el gobierno y los productores rurales van por lo mismo: un acuerdo aunque mínimo que les permita mantener el control de la situación.
Antes de volver a sentarse a negociar, tanto en la Casa Rosada como en la dirigencia rural habrá que hacer un mea culpa. Los políticos deberán comprender que no hay margen para la tozudez y la confrontación y mucho menos para introducir más divisiones
en la sociedad. Pero también deberán entender que tampoco hay margen para meterle la mano en el bolsillo a ningún agente económico con el objetivo de transferir recursos y cubrir las groserías administrativas derivadas una corrosiva política de subsidios cruzados.
Del lado de la dirigencia rural deberán asumir que pedirle soluciones al Estado cuando el problema es el Estado mismo es lisa y llanamente poner en escena una parodia del absurdo.
Al mismo tiempo, los hombres de campo deberán asumir que el silencio cómplice porque la rentabilidad es buena algún día se termina. Al fin y al cabo, llegó el día y también vinieron por los hombres de campo. Cómo quiera que resulte, ambos sectores están urgidos por sus propias necesidades que no son otras que recuperar la iniciativa y conservar su propio peso específico.
A partir del lunes y en dos semanas, deberán mostrar su capacidad para encontrar una salida. Sobre la mesa estarán no sólo las retenciones sobre la soja y el girasol sino también los registros de exportaciones, la leche, la carne, los precios máximos, entre otros tópicos. A partir del lunes, ya no sólo hará falta cintura política, habrá que ser un buen alquimista para el mix de costos y beneficios, de manera de asegurar viabilidad económica.
Si la ecuación final arrojara como resultado una neutralidad para los productores y para el gobierno, habrá fumata blanca y las cosas volverán a la normalidad. De lo contrario, habrá fracaso para ambas partes.
Por ahora, gobierno y campo dieron el primer paso con un dato: se habló al más alto nivel, ridiculizando el triste rol desempeñado por la Secretaría de Comercio. No es poco.
MIGUEL ÁNGEL ROUCO (DyN)