SAN CARLOS DE BARILOCHE- Dina Huapi, la tranquila localidad ubicada 15 kilómetros al este de esta ciudad, se convertirá este año en el municipio número 39 de la provincia.
Dentro de ese nuevo orden institucional, que augura autonomía política y mayores recursos, la postergada comunidad de 5.300 habitantes podría convertirse en una de las ciudades más ordenadas y pujantes de la provincia.
Sus necesidades más urgentes se centran en la escasa infraestructura sanitaria y escolar y la severa limitación que enfrenta la Comisión de Fomento para prestar los servicios urbanos con los magros recursos disponibles.
La proyección de coparticipación para el futuro municipio sería de 120.000 pesos, según la estimación del vicegobernador Bautista Mendioroz. Pero en la actualidad se administra a duras penas con los 6.000 pesos que recibe de la provincia por todo concepto y los recursos propios generados por la tasa de desarrollo urbano y el servicio de agua potable.
Con esos fondos se cubren los sueldos los funcionarios administrativos y los tres empleados que realizan la recolección de residuos, el mantenimiento de la red de agua y las seis plazas y el desmalezamiento del extenso espacio público que bordea la ruta nacional 40, entre otras tareas.
El parque automotor de la CF se reduce a dos camiones viejos que se reparten entre los distintos requerimientos, mientras que el mantenimiento de la red vial -de ripio en todo el ejido- se realiza con una máquina prestada por Viarse en forma periódica.
"Estamos trabajando al límite" reconoció a "Río Negro" la secretaria de Obras Públicas, Mónica Balseiro. Dentro de esta estrechez, la CF financió la construcción de la sistema de agua, concluida en el 2000, y la ampliación de la sala de salud, con tres consultorios inaugurados el año pasado.
El ejido tiene una superficie de 1.216 hectáreas sobre las que se distribuyen los seis barrios que nacieron con los distintos loteos realizados entre los años 60 y 70. (ver "Dinamarca...")
"Es una escala espectacular porque se puede controlar y prestar servicios con mucha dedicación, hay quienes proponen ampliar el ejido pero ahí van a empezar los problemas" consideró Balseiro.
El poblado nació como "dormitorio" para muchos trabajadores que no podían acceder a la tierra y la vivienda en Bariloche, pero en la última década se convirtió en un destino buscado para muchas familias de esta ciudad que buscan un lugar tranquilo donde construir su hogar.
A la par de esa corriente, que se consolidó en los últimos ocho años, se acrecentó el sentido de pertenencia de un importante sector de la población que nutrió el vínculo social y sostuvo la lucha por la municipalización.
El planteo de la Asamblea de Vecinos que impulsó el cambio de estatus institucional fue llano y contundente: reclamaban el derecho a elegir un gobierno propio y contar con los recursos que por derecho le corresponden para poder conducir el destino de la localidad, solventar y planificar su crecimiento. La mayor carencia está en la cobertura de salud, que se limita a la atención primaria y no tiene guardia. El centro de Salud tiene un solo médico generalista -Daniel Barabino- y varios agentes sanitarios que atienden 4.500 consultas al año.
A este le sigue la educación, repartida en cuatro establecimientos que no dan abasto para cubrir la demanda escolar. Los más jaqueados son el jardín de Infantes 81 (con unos 160 alumnos) y la escuela 312 de Dina Huapi (con 350 alumnos), mientras que la 190 de Ñirihuau (87 alumnos) y el CEM 96 (407 estudiantes) tienen una situación más equilibrada.
Otro problema que preocupa es la prestación del transporte público, que depende de un servicio concesionado por el municipio de Bariloche a la empresa Codao. La línea 71/81 hace un circuito cerrado entre Dina Huapi y las 34 Hectáreas de Bariloche, pasando por el centro de la ciudad.
La misma Asamblea de Vecinos que impulsó la municipalización planteó su preocupación por la inminente renovación de contrato de la prestadora y pidió la intervención de la dirección de Transporte de la provincia para tomar parte en la decisión.
En lo económico, la localidad sigue dependiendo en gran medida de Bariloche, pero con una actividad comercial y turística creciente que le da una auspiciosa autonomía y genera empleos estables. En total hay un centenar de comercios habilitados en los más variados rubros, a los que se suma la actividad productiva en unas pocas chacras.
En la zona céntrica y la franja lacustre hay una hostería y varios complejos de cabañas que trabajan con un buen nivel de ocupación en verano e invierno, mientras que el sector gastronómico se reduce a dos establecimientos ubicados a la vera de la ruta nacional 40. (AB)