Daniel Barabino partió hace casi un cuarto de siglo de los alrededores de la populosa ciudad de Rosario para ser médico de pueblo, cuanto más chico mejor. Y ahora, cuando ya se encuentra definitivamente afincado en Dina Huapi, siente que el pequeño pueblo donde ejerció como único médico comienza a parecerse a una ciudad.
Barabino recuerda que el Centro de Salud de Dina Huapi comenzó a funcionar en 1984, cuando él recién llegaba a Río Negro, y también evoca como primeros médicos permanentes de esa institución a "la doctora Salvatierra y el doctor Livingston". El se desempeña desde 1989 en la "salita" de Dina Huapi, dado que hizo sus primeras armas en Valcheta, cuando tampoco era la ciudad que hoy promete ser.
"Cuando llegué a Dina Huapi era una sociedad semi rural. Todavía atendía a gente que trabajaba en las chacras, pero después se produjo el boom de la gente y el cambio" expuso el profesional, con poca vocación de protagonista. "Hoy soy el único médico, y aunque lunes y viernes tengo la ayuda de otro profesional, es poco para atender 4.500 consultas anuales".
Lamenta que en el Centro se Salud no exista una guardia permanente ni un médico para que realice la atención primaria de los pacientes.
"A veces vienen a buscarme, pero no se puede resolver nada. Solamente ver y derivar. A veces no se puede ni suturar nada, porque ni siquiera hay elementos", señaló Barabino, y puntualizó que "para cosas mayores dependemos de Bariloche, a través del (número de teléfono) 107, pero a veces hay que hacer el aguante, con suerte 40 minutos, para que llegue la ambulancia. Los que atienden las emergencias son los bomberos, pero hacen lo que pueden" subrayó, con un reconocimiento a la esforzada tarea diaria de los voluntarios.
Sobre su experiencia como médico de pueblo, comentó que "cuando estuve en Valcheta, veía que la gente iba a otro lado y después le consultaba al médico del pueblo, para ver si hacía lo que el otro le dijo. Es normal en los médicos de pueblo, pero ahora empecé a experimentarlo y me molesta, porque hay médicos con otras especialidades, que por ahí saben más que yo en ciertos aspectos, porque yo soy un generalista", refirió el hombre que afirma que "todavía no llegó para mí la tecnología del celular. Yo quería vivir en el desierto. Mi fantasía era atender en un pueblito de mil habitantes, pero no lo puedo solucionar y me parece perfecto que Dina Huapi crezca, y está creciendo bien. Amo este lugar y mi casa, pero quiero que crezca bien, porque veo los vecinos nuevos que llegan y tiran todos los árboles que atajan el viento. Cuando llegué planté álamos, arces y demás, y ahora es un vergel, y levanto 25 kilos de cerezas todos los años", adujo con orgullo, y recordó que "pelee por el proceso de municipalización desde que llegué, y hay gente que se está arraigando bien".